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Publicado en 11/04/2016

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¿Quieren derrotarme? Que lo hagan en las urnas, escribe Lula

19/07/2018 - 15h38

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LUIZ INÁCIO LULA DA SILVA

Ex presidente de la República
(2003-2010)

Estoy en prisión desde hace más de cien días. En la calle, el desempleo aumenta, cada vez más padres y madres no pueden mantener a sus familias, y una política absurda de los precios del combustible provocó una huelga de camioneros que desabasteció a las ciudades brasileñas. Aumenta el número de personas quemadas al cocinar con alcohol debido al alto precio del gas de cocina para las familias pobres. La pobreza crece y las perspectivas económicas del país empeoran cada día.

Los niños brasileños son detenidos y separados de sus familias en Estados Unidos, mientras nuestro gobierno se humilla ante el vicepresidente estadounidense. Embraer, la empresa de alta tecnología construida a lo largo de décadas, es vendida por un valor tan bajo que sorprende incluso al mercado.

Un gobierno ilegítimo se da prisa estos sus últimos meses en liquidar al máximo el patrimonio y la soberanía nacional - reservas del presal, gasoductos, distribuidoras de energía, petroquímica–, además de abrir la Amazonia a tropas extranjeras. Mientras, el hambre vuelve, la vacunación de los niños disminuye, parte del Poder Judicial lucha para mantener sus dietas y, quizás, conseguir un aumento salarial.

La semana pasada, la jueza Carolina Lebbos decidió que no puedo dar entrevistas o grabar vídeos como precandidato del Partido de los Trabajadores, el más grande de este país, que me eligió para ser su candidato a la Presidencia. Parece que no bastó meterme en prisón. Quieren callarme.

Aquellos que no quieren que hable, ¿qué temen que diga? ¿Qué está pasando hoy con el pueblo? ¿No quieren que discuta soluciones para el país? Después de años calumniando, ¿no quieren que tenga derecho a hablar en mi defensa?

Es para esto que ustedes, los poderosos sin votos y sin ideas, derrocaron a una presidenta electa, humillaron al país internacionalmente y me arrestaron bajo una condena sin pruebas, en una sentencia que me envía a la cárcel por "actos indeterminados", después de cuatro años de investigación contra mí y mi familia. ¿Hicieron todo esto porque tienen miedo de que ofrezca entrevistas?

Recuerdo a la presidenta del Supremo Tribunal Federal diciendo "cállate ya murió". Me acuerdo del Grupo Globo, que no está preocupado por esa limitación a la libertad de prensa - todo lo contrario, lo celebra.

Juristas, ex jefes de Estado de varios países del mundo y hasta adversarios políticos reconocen lo absurdo que es el proceso que me condenó. Puedo estar físicamente en una celda, pero son aquellos que me condenaron los que están presos en la mentira que orquestaron. Intereses poderosos quieren transformar esta situación absurda en un hecho político consumado, impidiéndome disputar las elecciones, contra la recomendación del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Yo ya he perdido tres disputas presidenciales -en 1989, 1994 y 1998- y siempre he respetado los resultados preparándome para las próximas elecciones.

Soy candidato porque no he cometido ningún crimen. Desafío a los que me acusan a que muestren pruebas de lo que he hecho para estar en esta celda. ¿Por qué hablan de "actos de oficio indeterminados" en lugar de denunciar lo que hice mal? ¿Por qué hablan de apartamento "atribuido" en vez de presentar pruebas de propiedad del inmueble de Guarujá, que era de una empresa, dado como garantía bancaria? ¿Van a impedir el curso de la democracia en Brasil con absurdos?

Lo digo con la misma seriedad con la que dije a Michel Temer que no debía embarcarse en una aventura para derrocar a la presidenta Rousseff, que se arrepentiría de ello. Los mayores interesados en que yo dispute las elecciones deberían ser aquellos que no quieren que sea presidente. ¿Quieres derrotarme? Háganlo de forma limpia, en las urnas. Discutan propuestas para el país y sean responsables, más todavía en este momento en el que las élites brasileñas coquetean con propuestas autoritarias de personas que defienden a cielo abierto el asesinato de seres humanos.

Todos saben que, como presidente, he ejercido el diálogo. No busqué un tercer mandato cuando contaba con solo los índices de impopularidad que hoy en día Temer tiene de aprobación. Trabajé para que la inclusión social fuera el motor de la economía y para que todos los brasileños tuvieran derecho real, no sólo en el papel, de comer, estudiar y tener una vivienda.

¿Quieren que las personas se olviden de que Brasil ya vivió días mejores? ¿Quieren impedir que el pueblo brasileño -de quien todo el poder emana, según la Constitución- pueda elegir en quién quiere votar en las elecciones del 7 de octubre?

¿Qué temen? La vuelta del diálogo, del desarrollo, del tiempo en el que menos hubo conflicto social en este país? ¿Cuando la inclusión de los pobres ha hecho crecer a las empresas brasileñas?

Brasil necesita restaurar su democracia y librarse de los odios que plantaron para sacar al PT del gobierno y poner en marcha una agenda de retirada de derechos de trabajadores y de jubilados para traer de vuelta la explotación desenfrenada de los más pobres.

Brasil necesita reencontrarse consigo mismo y ser feliz de nuevo. Pueden meterme en la cárcel. Pueden intentar callarme. Pero no voy a cambiar mi fe en los brasileños, en la esperanza de millones de personas que desean un futuro mejor. Y estoy seguro de que esa fe en nosotros mismos contra el complejo de chucho callejero es la solución a la crisis que vivimos.

Traducido por AZAHARA MARTÍN

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