Visitar Israel para no volver nunca más

12/11/2015 - 15h32

Llegar a Tel Aviv desde Europa es como volver a Brasil. La ciudad tiene el aspecto de una de nuestras capitales del Nordeste y su gente, el aire despreocupado del carioca.

Desde la primera vez que visité Israel, el contraste de la capital con las ciudades europeas, expresado en la arquitectura moderna indefinida y en el ser sensual de los habitantes, me conquistó.

Volví unas pocas veces, con un intervalo mucho más grande entre la penúltima vez y esta vuelta que entre las anteriores. La primera fue en los años 1980.

Esta vez sentí la diferencia desde la salida de Francia: nada de revisiones minuciosas, ni la separación en salas especiales de los que iban hacia allí. Y, en el aeropuerto, ni por lejos existió el recibimiento nervioso de las primeras visitas.

Era difícil de reconocer que esa paz refleja el mayor poder adquirido por el Estado, la certeza de que la cúpula de protección construida por su defensa está firme. ¿Será la paz que no quiero?

Esa pregunta no aparecía fácilmente en mi cabeza la noche de la llegada. Al día siguiente, no obstante, no me abandonaba. Desperté lo más temprano que pude para no llegar tarde al encuentro con un grupo de israelíes críticos de la política oficial, llamado Breaking the Silence.

De esa conversación surgió la idea de hacer una visita a algunas partes de Cisjordania, en donde se pudiera sentir el peso de la ocupación. Fuimos todos, en una van espaciosa, estábamos nosotros, el periodista uruguayo Quique Kierszenbaum y Yehuda Shaul, el guía.

Algunos seguidores del movimiento internacional de boicot contra Israel BDS se habían puesto en contacto con (Gilberto) Gil y conmigo para tratar de disuadirnos de ir a Tel Aviv.

Por lo que escuché de la boca de Yehuda -y de Nasser, un palestino de Susiya, a quien Yehuda nos presentó- todas las quejas del BDS tienen fundamento. Lo que los radicales dicen sobre Breaking the Silence es que el movimiento, pese a ser crítico del gobierno de Israel, continúa siendo sionista.

Lo que Yehuda dice es que los partidarios de BDS, aunque protesten contra lo que él mismo odia, están a favor de la erradicación del Estado de Israel.

Con la llegada de las cartas que nos enviaron Roger Waters y Desmond Tutu -y las visitas de dos jóvenes brasileños ligados al BDS- comencé a buscar más y más cosas para leer sobre la cuestión.

Al regresar a Brasil, recibí correos electrónicos con actualizaciones de Breaking the Silence. Uno de los mensajes tenía como adjunto un video en el que Nasser, el palestino con el que conversamos, era golpeado con pedazos de palos por jóvenes israelíes habitantes de un asentamiento.

Es brutal. Soldados de Israel miran la escena impasibles. Ahora que una tercera intifada comienza a gestarse, constato que la paz que yo juzgaba ver dentro de Tel Aviv -y que comenzaba a pensar que es la paz que no quiero- era, como supe todo el tiempo, frágil, superficial e ilusoria.

Se me pasaron por la cabeza las favelas brasileñas ocupadas. No quería hacer un reduccionismo y usar un esquema único para evaluar cuestiones brasileñas a la luz de la situación palestina, pero se cruzaron por mi mente las imágenes de fracasos puntuales de las UPPs en Río.

Nosotros, los visitantes, no éramos ajenos a las inhumanidades de las que éramos testigos. Era imposible no hacer un paralelismo con situaciones de Brasil.

Me gusta Israel físicamente. Tel Aviv es un lugar que ya es mío, al que extraño casi como extraño Bahía. Pero creo que nunca más regresaré por allí.

CAETANO VELOSO, 73, es músico, compositor y autor.

Traducido por NATALIA FABENI

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