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Publicado en 11/04/2016

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Los Juegos Olímpicos no salvarán a los trabajadores brasileños de la recesión

13/07/2016 - 16h41

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JOE LEAHY
"FINANCIAL TIMES"

En Brasil, es difícil encontrar a alguien en el mercado laboral que no haya sido afectado por la recesión.

Puedo ver el impacto que ha tenido en el círculo profesional de mi esposa brasileña. Anny es arquitecta, lo cual significa que su industria es por lo general la primera en disfrutar del crecimiento económico, y la primera en ser golpeada por una desaceleración ya que las empresas dejan de construir.

De sus colegas más cercanos, al menos la mitad están sin trabajo, mientras que los otros están luchando por conseguir cualquier empleo. Su antiguo jefe, por ejemplo, ha despedido a la mayoría de los empleados de la oficina y ahora está haciendo los trabajos que solía asignarle a Anny. Hoy en día, ella dibuja la mayoría de los planos para los clientes.

A pesar de la exageración del gobierno sobre el supuesto impulso económico creado por los Juegos Olímpicos de Río 2016 del próximo mes, esta recesión es la peor en más de 100 años. La tasa de desempleo de Brasil ha alcanzado cifras de dos dígitos llegando a un 11 por ciento de alrededor del 6 por ciento en 2014.

Los brasileños comunes no son los únicos que están desempleados. Como una señal de la profundidad de las crisis políticas y económicas del país, la presidenta, Dilma Rousseff, se ha quedado fuera del proceso político mientras se hospeda en el Palácio da Alvorada, la residencia presidencial. Está suspendida en espera de un proceso de destitución por presuntamente haber manipulado el presupuesto del gobierno.

Al menos ella puede aspirar a su pensión. En cambio para muchos jóvenes brasileños, los tiempos difíciles han llegado como un shock. Durante gran parte de la década anterior a 2014, se habían acostumbrado a un fluido mercado de trabajo, en el que podían cambiar de trabajo con frecuencia y cada vez por un salario más alto.

Tan escaso era el talento durante los años de auge que los empresarios se veían obligados a pagar más de los estándares internacionales a sus empleados, incluso a los de capacidad moderada.

Era común escuchar historias sobre banqueros de inversión que percibían salarios más altos que sus homólogos en Nueva York; o sobre ingenieros más costosos que los de Europa. El mercado laboral de Brasil llegó a ser tan atractivo que los profesionales de Portugal y España comenzaron a buscar trabajo en el país para huir de la crisis en el sur de Europa.

El mercado funcionaba en base a leyes laborales arcaicas para garantizar que los salarios brasileños se dispararan mientras que la productividad disminuía. La legislación laboral brasileña -que tiene más de 900 artículos- es tan complicada que desalienta a las empresas a contratar.

Los empleadores están obligados a pagar casi el doble del sueldo básico de un empleado en impuestos salariales adicionales y pagos de seguridad social, y son responsables de grandes pagos ante tribunales laborales cuando un ex empleado decide demandar por cualquier razón.

Pero ahora, los empleadores golpeados por los años de expansión se están preparando para utilizar estos tiempos difíciles para los trabajadores en su beneficio.

Puede haber sido sólo un error, como más tarde reivindicó, pero una declaración del líder de la asociación de la industria principal de Brasil la semana pasada fue determinante. Robson Andrade, presidente de la Confederación de la Industria Nacional (CNI) lamentó las leyes laborales brasileñas e hizo un llamado por reformas profundas durante una aparición pública con el presidente interino Michel Temer.

Incluso Francia, planteó, había cambiado recientemente la ley para permitir a los empleados trabajar durante 80 horas a la semana, en aras de la competitividad. Teniendo en cuenta que esto significaría trabajar jornadas de 16 horas al día en una semana de cinco días, más tarde se dio cuenta de su error y se corrigió a sí mismo.

Francia en realidad permite a los empleados trabajar 60 horas a la semana (pero incluso entonces, sólo con una orden judicial).

Pero las reformas a la legislación laboral, incluso si hacen que el mercado sea más flexible y fomentan la contratación, serán lentas en llegar.

Mientras tanto, el gobierno está poniendo sus esperanzas en el "efecto olímpico". Un estudio realizado por EY -patrocinador oficial de los juegos- titulado "El valor de los juegos: los impactos socio-económicos de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río 2016" encontró que los eventos crearían 1,79 millones puestos de trabajo permanentes y temporales.

De ser cierto, sería suficiente para llenar una gran parte del agujero creado por el reciente aumento del desempleo. Pero, por supuesto, la mayoría de estos empleos serán temporales o estarán relacionados con la construcción o los servicios que desaparecerán cuando los juegos hayan acabado.

Otra consideración del efecto olímpico es que el desempleo puede acrecentarse una vez que terminen los juegos, cuando este enorme contingente de trabajadores temporales se enfrente de nuevo al mercado laboral.

Pase lo que pase después de los Juegos Olímpicos, para los brasileños, no hay escapatoria. Los días en que los empleados dominaban las relaciones laborales están en el pasado.

(c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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