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Una sentencia por cabeza
09/01/2017 - 18h15
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PAULA CESARINO COSTA
Para quien acababa de recibir 2017 con la esperanza de que fuese un año mejor, fue un golpe de pesimismo. Las masacres en las cárceles de Manaos y Boa Vista, con decenas de presos decapitados mostrados en espeluznantes imágenes, sacuden al país en el periodo festivo.
A pesar de la distancia geográfica de los hechos, la cobertura de Folha fue ágil, con buen material de investigación, además de eficiente a la hora de hacer el seguimiento de los acontecimientos.
Ya el punto negativo fue el periódico publicar declaraciones de autoridades, que iban de lo absurdo a lo vergonzoso, sin que fueran cuestionadas y criticadas.
Apenas una declaración representa lo que pretendo decir: "Quiero solidarizarme con las familias cuyos parientes presos fueron muertos en aquel accidente pavoroso que ocurrió en el presidio de Manaos", dijo el presidente Michel Temer (Partido Movimiento Democrático Brasileño).
En la edición del viernes, 6, en la que se leía un editorial crítico al Gobierno, el periódico reprodujo la desafortunada declaración del presidente en el artículo sobre el paquete de medidas de seguridad. Al no destacar la frase de Temer sobre el "accidente", el periódico desenfocó algunas de las características del mandatario: lento en reacción e infeliz en cuanto a la comunicación del Gobierno se refiere.
Uno de los aspectos escabrosos que dejó al descubierto el fallo de la cobertura periodística en general, y la de la Folha en particular: las decapitacines de reclusos.
El diario tardó en dedicar un título al hecho de que la mitad de los presos había sido decapitada. Y cuando lo hizo, se limitó a informar que la mutilación dificultaba la identificación de los cadáveres. Las decapitaciones fueron normalizadas por los medios y por los gobiernos estatales.
De acuerdo con el periódico "O Globo", las decapitaciones han sido registradas en por lo menos 11 estados brasileños desde el motín en el Complejo Penitenciario de Pedrinhas, en Sao Luis, en 2013.
Una hipótesis sobre tal omisión sería el reflejo de la visión mayoritaria en la sociedad brasileña de que presos deben sufrir más que ser castigados. Otra batería de prejuicios de clase y color.
El Estado Islámico mata periodistas o soldados, blancos y occidentales. Las facciones criminales que mandan en las cárceles del país decapitan hombres, la mayoría de las veces, pobres y negros.
La voz solidaria de Janio de Freitas resumió la cuestión: "El país debería horrorizarse antes, en cualquiera de las decenas de años de su conocimiento y de su indiferencia, por las condiciones (criminales tanto en las leyes brasileñas como en los acuerdos internacionales) a las que son sometidas los reclusos. Nunca lo ha hecho".
Otro aspecto es la divulgación o no de vídeos y fotos impactantes distribuidos por las redes sociales. El lector Carlos Efuardo Freitas considera que, al publicar esas imágenes, Folha no respetó "la ética periodística, la responsabilidad social de la profesión y derechos humanos".
El periódico estampó el aviso: "Atención: las imágenes a continuación son agresivas". Podría haber dado más destaque y haber sido más explícito.
Es una decisión compleja que debe ser tomada y estudiada caso a caso. En general, la divulgación de imágenes fuertes contribuye a la dimensión correcta del acontecimiento.
En 2018, la Declaración Universal de Derechos Humanos completará 70 años. Hace 20, Folha publicó un especial bajo el título "¿Y ahora?". La pregunta se refería a la situación mundial 50 años después de la firma de aquel documento.
Desde entonces, las crisis humanitarias, las guerras y los cierres de frontera (por citar algunos casos) demostraron haber empeorado.
El periódico no puede aceptar barbaries como decapitaciones de presos bajo la guarda del Estado ni colaborar para su banalización. Es necesaria la indignación. Es necesario exigir que, por cada cabeza cortada, haya una sentencia judicial.
La defensa de los derechos civiles no puede estar asociada a corrientes ideológicas. Es una cláusula inalterable del contrato social de un país. Son derechos innegables, irreductibles, por encima de gobiernos y gobernantes. No pueden ser violados impunemente, sea por incompetencia u omisión.
A veces, se acepta la idea de que la defensa de los derechos civiles es una bandera de izquierdas o de ciertos movimientos políticos.
Es un error costoso para aquellos que defienden una sociedad más justa e igualitaria. Folha no puede prescindir de valores que marcaron su historia.
Traducido por AZAHARA MARTÍN