Hechos son hechos

30/01/2017 - 15h15

Donald Trump se tornó presidente de los Estados Unidos el 20 de enero. Al día siguiente afirmó: "Tengo una guerra abierta con los medios. Los periodistas están entre las persona más deshonestad de la Tierra".

Reaccionó así ante la información de que a su investidura fueron menos personas que a la de Barack Obama: "Esta fue la mayor audiencia de la historia a ser testigo de una investidura. Punto final", aseguró el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer.

La asesora presidencial Kellyanne Conway los calificó de "hechos alternativos", datos tergiversados divulgados por Spicer para intentar defender su versión.

Hechos que son, simplemente, hechos. No aceptan adjetivos.

El miércoles 25, Stephen Bannon, estratega jefe de Trump, siguió con los ataques: " Los medios deberían estar avergonzados y humillados. Deberían cerrar la boca y solo escuchar por un tiempo. Los medios no tienen ninguna integridad, inteligencia, ni trabajo duro por detrás".

¿Cómo la prensa debe comportarse ante un gobierno que inicia sus trabajo en actitud beligerante? ¿Cómo reaccionar a las provocaciones y mentiras? ¿Qué amenazas enfrenta una sociedad que eligió a un gobernante temperamental y sin ningún apego a la verdad de los hechos?

El columnista del periódico " The New York Times" Ross Douthat resumió el escenario de la nueva Administración de la siguiente forma:

1) por un lado será un tiempo de máximo riesgo de la libertad de expresión, con manipulaciones diversas como discriminar a la prensa independiente en las entrevistas presidenciales (en la primera entrevista colectiva, sólo un periodista del blog conservador pudo hacer preguntas), usar procesos judiciales para intimidar a periodistas (por lo menos seis periodistas fueron presos durante la cobertura de las manifestaciones contra el presidente el día de la investidura) y perjudicar económicamente a las empresas de comunicación.

Trump no estará solo al intentar castigar filtraciones de información confidencial, aunque sea de interés público (Barack Obama procesó a nueve periodistas basándose en duras leyes de espionaje).

2) por otro lado, será un desafío depurador para los medios, con los periodistas teniendo la oportunidad de librarse de la dependencia de fuentes oficiales y sumergirse en el periodismo de investigación serio e independiente que muchos creyeron que había desparecido con el avance de Internet. La información relevante está lejos de las cómodas salas de prensa. Los reporteros tendrán que gastar la suela de sus zapatos para contar historias atractivas, equilibradas y reveladoras.

Expuestos a los peligros y oportunidades del nuevo tiempo, periódicos y periodistas deben estar atentos para no tropezar en tentaciones y trampas que parecerán en el camino.

La primera ya fue lanzada por el estratega jefe de Trump: " Los medios de comunicación son el partido de la oposición. No entienden este país. No entienden que Donald Trump es el presidente de EE UU". La segunda parte de la frase es precisa; la primera es un improperio rabioso. Los periódicos no pueden confundir posición crítica con oposición política. La desconfianza es el valor técnico del periodismo, no ideológico.

Lindando lo infantil está la reacción de periodistas que amenazan dejar de comparecer a entrevistas oficiales y de publicar acciones del Gobierno.

Es derecho del lector ser informado. Es obligación de la prensa informar. Adoptar el trumpismo, aunque en contra, es tan estúpido cuanto el modelo original.

El crítico de medios Ryan Chittum entonó el mea-culpa: "Trump es vengativo y puede parecer alérgico a los hechos. Pero es más difícil negar la sospecha de que parte de la reacción es porque nosotros, periodistas, como categoría, somos alienados. Muchos de nosotros no entendemos a los electores de Trump, no nos identificamos o estamos de acuerdo con ellos. Ni siquiera aceptamos el hecho de que la elección de Trump es un rechazo a nosotros, tanto cuanto a las otras élites que él criticó".

¿Y qué tienen que ver Brasil y la prensa brasileña? Las acciones de Trump interfieren en la economía brasileña, amenazan a miles de brasileños que emigraron y crearon un ambiente de radicalismo político que se hizo viral mundialmente.

Lecturas a partir de nuestra realidad serán fundamentales en la búsqueda de una cobertura relevante y con identidad propia.

Brasil ya vivió el desafío de practicar un periodismo más técnico y equilibrado en condiciones anormales de presión y provocación desde 2013, con las manifestaciones de junio y después, con el impeachmnent.

Los roces sociales y políticos tienden a agravarse hasta la elección presidencial de 2018. Informar críticamente no es tomar partido.

Traducido por AZAHARA MARTÍN

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