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Publicado en 11/04/2016

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Editorial: Libra en la balanza

22/10/2013 - 12h46

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La subasta del campo de Libra, la primera del presal, estuvo lejos de fracasar - al final, traerá US$ 7.000 millones al Tesoro, una buena dosis fortificante para la salud fiscal del país. Pero hasta el gobernante más terco tendrá dificultades para tomar el resultado como un éxito.

La competición por uno de los mayores depósitos de petróleo descubiertos en el mundo en la última década no tuvo especulación. Y hubo un único competidor, el consorcio compuesto por Petrobras (con un 10%, además del 30% de participación obligatoria), Shell y Total (20% cada una), y las estatales chinas CNPC y CNOOC (con un 10% cada una).

Con el nuevo régimen de reparto de la producción, el precio por obtener los derechos de explotación por 35 años estaba fijado en unos US$ 7.000 millones. Ganaría la subasta quien asumieses el compromiso de entregar a la Unión la mayor parcela de petróleo extraído, con un mínimo del 41,65% establecido en la licitación. El consorcio vencedor no ofreció ni una sola gota más de esa cantidad.

Caen por tierra, con el desenlace modesto, las expectativas desmedidas que el presal desató al inicio. Una mezcla tóxica de presunción e intervencionismo impregnó el modelo de 'partilha' e impuso a Petrobras como operadora única de los campos, una de las razones que ahuyentó a otros participantes.

Hay desconfianza respecto a la capacidad de la estatal brasileña de afrontar el desafío. Petrobras es la empresa no financiera más endeudada del planeta, según el Bank of America Merrill Lynch, con US$ 112.700 millones en obligaciones -además del compromiso de invertir más de US$ 200.000 millones para ampliar la producción del presal.

La caja de la estatal la drena el accionista principal, la Unión. Planalto, que se empeña en no reajustar el precio de la gasolina, alineando su valor a los estándares internacionales, se muestra aún más reacio tras el reciente retroceso de la cotización del dólar, que encoje momentáneamente el subsidio concedido al consumidor brasileño.

Sumado a eso, con la exigencia temeraria de un mínimo de contenido local en equipamientos y servicios y una previsible disputa entre los estados por la dirección de los nuevos campos, involucrando a Petrobras, a la Agencia nacional del Petróleo (ANP) y a la recién creada Pré-Sal Petróleo S.A. (PPSA), no sorprende que los inversores internacionales se hayan retirado. No por casualidad, ya se habla de revisar las reglas de licitación de otras áreas del presal.

Considerando los obstáculos de la explotación creados por el espíritu controlador de las administraciones del PT, parece aún más desconcertante la violencia sectaria desencadenada frente al hotel donde se realizó la subasta. ¿Qué pretendían los manifestantes, que la frágil Petrobras se hiciese cargo del 100% de la explotación? Así si que la producción del presal quedaría pospuesta para la eternidad.

Por lo menos ese mérito hay que reconocérselo al gobierno de Dilma Rousseff, el de haber enfrentado al nacionalismo sindical y haber seguido adelante con la arriesgada subasta -aunque se sospeche que su mayor objetivo fuese reforzar a toda costa el convaleciente superávit primario.

Traducido por MARÍA MARTÍN

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