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Publicado en 11/04/2016

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Editorial: El final es sólo el principio

15/11/2013 - 11h38

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Un proceso que parecía no tener fin, comenzó, anteayer, su momento más esperado.

Esperado si, pero no en el sentido de haber correspondido a los deseos más exaltados de los que, desde el principio, hubieran preferido la sentencia sumaria y, tal vez, cruel de todos los acusados. Eso no ocurrió.

Esperado porque, pasados seis años desde su inicio, ocho después de la revelación del escándalo por parte de Folha y diez años después de haberse cometido los primeros delitos, el país entero ya parecía convivir de nuevo con la idea de que la Justicia no funciona, que la corrupción nunca es castigada, que la clase política constituye una categoría privilegiada.

Como una sorpresa más, entre las numerosas que surgieron de las decenas de sesiones del juicio más largo en la historia del Supremo Tribunal Federal (STF), se decidió el miércoles pasado que las penas contra las que no cabe ningún recurso tendrían ejecución inmediata.

Pese a que los ritos burocráticos hayan tomado más tiempo del que se supone necesario, 16 de los 25 condenados ya comenzarán a cumplir, probablemente en la próxima semana, por lo menos parte de las sanciones que les fueron impuestas.

Están en ese grupo el publicitario Marcos Valério de Souza (prisión con régimen cerrado) y los ex dirigentes del PT José Dirceu, José Genoino y Delúbio Soares (los tres con cárcel con régimen semiabierto).

Se disipó, así, la impresión engañosa creada casi dos meses atrás. Con la aceptación de los llamados "embargos infringentes" por parte del STF, hubo quien manifestó indignación y desaliento.

El ministro Gilmar Mendes protagonizó entonces una de las escenas más exaltadas de todo aquel largo y tenso espectáculo judicial.

Los crímenes que estaban siendo juzgados, insistía, estaban entre los más graves dentro de una democracia. Se atentaba, por la compra de votos en el Congreso con dinero público que había sido desviado, contra las instituciones, contra el propio sistema partidario, contra la independencia del Poder Legislativo.

Se había formado un esquema por el cual un puñado de dirigentes partidarios buscaba una continuidad sin contraste en el dominio del aparato estatal. El escándalo, al que tuvieron la desfachatez de reaccionar como si fuesen víctimas de una conspiración antipopular, no tenía como pasar inadvertido.

Pero casi sucede. La acción de la prensa, el empeño de la Policía Federal, la independencia del Ministerio Público Federal y la rigurosa conducción del proceso por su relator, Joaquim Barbosa, tuvieron como contrapeso, muchas veces exasperante, la falacia argumentativa de las autoridades del PT, la alta calificación de los abogados defensores, la inaudita situación procesal y el complicadísimo engranaje de la Justicia.

Dos ministros de la Corte se jubilaron a lo largo del proceso, pudiendo ser sustituidos por nombres en teoría más sensibles a la conveniencia del partido oficialista.

Embargos de declaración, embargos de embargos y embargos infringentes prolongaron el juicio, y todavía prolongan algunos casos en el Tribunal. Los diputados federales João Paulo Cunha (PT-SP), Pedro Henry (PP-MT) y Valdemar Costa Neto (PR-SP) están entre los nueve condenados que esperan la decisión acerca de los nuevos recursos para cumplir sus penas.

Hechas las cuentas, serenados los ánimos, no es lo peor que podría haber sucedido. Con todos los atrasos indeseables, una nueva cultura jurisprudencial tal vez se esboce a partir de esta experiencia, el proceso del mensalão llegó a un desenlace equilibrado. Incluso con los embargos infringentes, poco va a cambiar, si es que algo, de hecho, va a cambiar.

El resultado no fue perfecto; fue fruto de una institución humana, como fueron humanos, quizás demasiado humanos, los ministros que se opusieron, que se ofendieron, que dudaron, que aceptaron o no, conforme sus convicciones, argumentos y contraargumentos debatidos y presentados por la defensa y por la acusación.

Se comprueba así que no fue una "farsa¨, como quería la máquina de propaganda petista, el caso del mensalão; que no fue un "tribunal político", como se intentó hacer creer, una corte dividida al extremo y atenta hasta el más mínimo detalle a los pormenores del proceso.

Se comprueba, también, lo desigual que es el acceso a la Justicia en el país y lo mucho que tiene que perfeccionarse en la legislación, en las costumbres, en las prácticas políticas y forenses para prevenir y castigar actos de corrupción.

Desgraciadamente, el país no va a cambiar solo porque los condenados del mensalão comiencen a cumplir las penas dictadas; va a ir cambiando y cambiará más todavía si la sociedad no se aquieta ni es condescendiente.

Traducido por NATALIA FABENI

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