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Opinión: Eufemismos olímpicos
07/07/2016 - 16h07
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ROBERTO DIAS
ESPECIAL PARA FOLHA
"Asumimos el compromiso de hacer los Juegos sin dinero público y estamos cumpliendo", dijo el presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Rio, Carlos Arthur Nuzman, en una entrevista al diario "O Globo", publicada la primera semana de julio.
No es así. Los Juegos Olímpicos no se están realizando sin dinero público. Un 43% de los 39.000 millones de reales gastados en el evento vienen del bolsillo de los brasileños, sin contar los gastos estatales en seguridad, como informó Folha. ¿Cuánto dinero significa eso? Son 14 años de Ley Rouanet (NdT: exención impositiva para empresas que financien proyectos culturales).
Para vender la idea de que los Juegos se realizan sin recursos públicos, Nuzman recorta la realidad. Se limita al presupuesto del Comité Organizador, una fracción de 7.400 millones de reales, provenientes principalmente de patrocinadores, entradas, licencias y el COI. Pero aún así tal recorte es sesgado, pues en ese concepto se incluye exención fiscal y patrocinio de Correios (empresa federal de servicio postal).
La contabilidad creativa del principal responsable de los Juegos Olímpicos lleva implícito un discurso conveniente.
Nuzman le dijo al portal UOL de noticias: "Los Juegos Olímpicos no tienen nada que ver con los problemas del Estado (de Rio de Janeiro)".
No es eso lo que dice el Gobierno: "Se decreta el estado de calamidad pública en razón de la grave crisis financiera del Estado de Rio de Janeiro, que impide el cumplimiento de las obligaciones asumidas como consecuencia de la realización de los Juegos Olímpicos".
El ejecutivo dijo también que el metro "no es parte del proyecto". Pues bien, el hecho de que ese medio de transporte se inaugura la semana de inicio del evento -y únicamente para uso olímpico- le otorga un nuevo significado a la palabra "coincidencia".
Mientras Rio se preparaba para los Juegos Olímpicos, otras ciudades analizaban su candidatura sopesando el uso de dinero público. Estocolmo y Boston desistieron. Münich y Hamburgo sometieron la cuestión a las urnas y perdieron.
Los brasileños no tuvieron la misma oportunidad que los alemanes. Es tiempo de evaluar si la inversión pública valió la pena. En varios aspectos es probable que la conclusión sea que sí. Pero el debate debería realizarse con argumentos menos oblicuos.
Traducido por CARLOS TURDERA