La interminable sequía desafía la supervivencia en el Agreste

En Poção, en el Agreste de Pernambuco, una región que cuenta con 65 municipios en estado de emergencia, el agua ha desaparecido: desde hace cuatro años, ni cae del cielo ni sale de los grifos

Carolina Linhares João Valadares
Berizal e Jequitaí y Agreste Pernambucano

En Poção, en el Agreste de Pernambuco, una región que cuenta con 65 municipios en estado de emergencia, el agua ha desaparecido. Desde hace cuatro años, ni cae del cielo ni sale de los grifos.

El "montón de agua" que llegaría con un traspase del río San Francisco se ha quedado por el camino porque las obras de interconexión entre canales y aductoras se encuentran paralizadas.

"Es sólo esperar a que el agua se enfríe un poco, colarla, dejar que asiente y beber, y ya no hay problema", dice un hombre que vive con R$ 250 (US$ 60,5) al mes, contando con el dinero que recibe del programa asistencial Bolsa-Familia.

Su nieta, de 10 años, escucha la receta de la supervivencia y asiente con la cabeza. "El agua es buena", dice. La escuela municipal Getúlio Vargas tuvo que cerrar durante tres días. "No había agua para hacer la comida de los niños", dice la cocinera Sandra da Silva, de 38 años.

A diferencia de Valdeci, ella tiene una cisterna en casa. "Yo tomo agua de la barrera para bañarse y cocinar, pero no me la bebo" El agreste pernambucano, cuya base de la economía gira en torno a la cuenca lechera y al polo de confecciones, se ha vuelto un desierto.

"Este ciclo climático en el agreste es una novedad, no hay agua, la situación es peor que la del clima semiárido", afirma el gerente de meteorología y cambios climáticos de la Agencia Pernambucana de Aguas y Clima (APAC), Patrice Oliveira.

La represa de Jucazinho, en Surubim, la principal reserva de la región, sólo está al 5,8% de su capacidad.

La producción lechera del agreste cayó casi a la mitad. Antes de que llegara el largo período de sequía, de acuerdo con los datos oficiales, se producían 2,5 millones de litros de leche al día. En algunas ciudades, el rebaño experimentó una reducción del 65%. En otras, fue prácticamente diezmado.

En Pernambuco, hay 30 reservas en absoluto colapso. La sequía prolongada moviliza y transforma la vida de ciudades enteras. La falta de agua pasa a señalar a ricos y a pobres.

En Poção, se ha convertido en un artículo de lujo. Rico es quien gana un salario mínimo y consigue comprar el producto vendido por un cartel de comerciantes que encontró en la catástrofe histórica la oportunidad de mejorar su vida.

"Compro la garrafa de 250 litros por R$ 3 (US$ 0,75) y la vendo por R$ 10 o R$ 12 (US$ 2 o US$ 3), en la ciudad, vendo unas 30 al día", dice Givanildo Ferreira, de 35 años, que dejó su empleo de camarero y para revender agua .

Quien vende el producto para Givanildo es José Paulo, de 33 años. La sequía lo echó de la ciudad. Después de perder 30 cabezas de ganado, acabó marchando a São Paulo. "Pasé cuatro años allí trabajando de albañil, trabajé en la construcción de un hospital", comenta orgulloso. Volvió a Poção hace dos años.

Sacó todo lo que había conseguido ahorrar en la vida, 19 mil, y adquirió dos pozos artesianos en el jardín de su casa. "Dio agua potable, es como encontrar petróleo, pero hay que saber sacarla para no saturar el pozo, vivo de esto, vendo 70 botellas al día", explica.

A los pobres, lo que les queda es entrar en la cola de la vergüenza. Son los mendigos del agua que discuten entre ellos porque no hay para todo el mundo.

En el barrio de Cohab, en la zona urbana de Poção, cada adulto puede coger sólo dos cubos de una vez de un depósito de 10 mil litros que es rellenado semanalmente por la Compañía Pernambucana de Saneamiento (Compesa).

Hay otras reservas esparcidas por la ciudad. Y la disputa es la misma. Los niños pequeños se enfrentan al ardiente sol para guardar el sitio en la fila.

Cuando llega el camión cisterna, todo el mundo corre de un lado a otro . La primera vez que comenzaron los gritos fue una falsa alarma. Los recipientes ya estaban en fila y los niños se colocaban para no perder su sitio.

Hasta tal punto llegó la situación que  el salario de Joelmir da Silva, funcionario de la Compesa,  incluye intentar separar las peleas.

 
POÇÃO - Pernambuco - En la mayor parte de las ciudades, los habitantes de la zona rural dependen del camión cisterna para el consumo - Folhapress

Agroindustria

Este año, Berizal, en el norte de Minas Gerais y otras 101 ciudades mineras decretaron el estado de emergencia debido a la sequía.

Hace al menos seis años el problema se agravó en el norte del Estado con sucesivos índices de lluvia por debajo de la media --70% de los ríos y arroyos están secos o comprometidos, según Emater-MG.

Las represas, pozos y manantiales agotados dejan la agropecuaria sin alternativa, según revelan los datos de la estatal. Desde 2012, cayó un 25% el número de cabezas de ganado de la región. Ya el área de pasto degradado llega al 87,6%. En la última cosecha, la pérdida de granos fue del 85,4% y la de leche, del 62%.

En la mayor parte de las ciudades, los habitantes de la zona rural dependen del camión cisterna para el consumo.


Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA