Jair Bolsonaro es elegido presidente de Brasil

El diputado derrotó al exalcalde paulistano Fernando Haddad con el 56% de los votos válidos

Igor Gielow
São Paulo

Jair Bolsonaro, de 63 años, es el nuevo presidente de Brasil -el 42º de la historia y el 8º desde el fin del régimen militar (1964-85) por el que él declara admiración y relativiza su carácter dictatorial.

El diputado del PSL-RJ derrotó el domingo (28) al exalcalde paulistano Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, con el 55% de los votos válidos.

Bolsonaro lideró la disputa electoral más sorprendente desde los comicios de 1989 a partir de agosto, momento en el que fue inhabilitada la la candidatura del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (PT), en prisión por corrupción desde el pasado abril.

Haddad, plan B del PT que ocupaba estratégicamente el puesto de vice de Lula antes de ser presentado como candidato, consiguió llegar al segundo turno, pero nunca amenazó el liderazgo del polémico diputado.

El derechista será el décimo presidente militar de la historia y el tercero que llega al poder a través del voto directo. Los otros fueron Hermes da Fonseca, en 1910, y Eurico Gaspar Dutra, en 1945.

Dueño de una retórica agresiva y coleccionista de polémicas que le valieron etiquetas que van de radical a fascista, es el primer electo desde Fernando Collor (1989) que se declara abiertamente de derecha.

Sus credenciales democráticas son cuestionadas constantemente, una novedad en pleitos presidenciales también desde Collor. Hace una semana, dijo que sus adversarios debían ser arrestados o exiliados, mientras se hacía viral un video en el que su hijo Eduardo aseguraba que sería fácil cerrar el Supremo Tribunal Federal en caso de que fuera cuestionada la victoria de su padre.

Durante la campaña se vivieron hechos inéditos. El más notable fue el grave atentado que Bolsonaro sufrió durante un acto de campaña en Juiz de Fora (MG), el 6 de septiembre.

Una puñalada que le alcanzó el intestino casi mató al diputado y lo dejó fuera de las calles hasta el final de la disputa. Transformó el hospital y después su casa de Río en un cuartel general desde el que grababa vídeos para internet y recibía a simpatizantes.

La puñalada sacudió la estrategia de sus adversarios y permitió a Bolsonaro no someterse al escrutinio de debates televisivos. Participó apenas en dos de ellos en la primera vuelta, antes del atentado, y prefirió evitar la confrontación con Haddad en la segunda etapa incluso estando en condiciones clínicas.

La derrota petista hace especialmente daño al partido de Lula, que de todos modos logró llegar a la segunda vuelta y eligió la mayor bancada en una Cámara de Diputados altamente fragmentada.

Las elecciones, al fin y al cabo, fueron también un referéndum sobre el legado del expresidente. Haddad era Lula, como decía la propaganda petista en la primera vuelta, convenientemente alterada para "Frente Democrático" de cara a la disputa de este domingo.

Bolsonaro rompe una serie de cuatro victorias presidenciales petistas. Más que eso, generó un tsunami de derechas durante las elecciones, expulsando a diversos nombres de la izquierda y de la política tradicional del Legislativo y permitiendo el ascenso de nuevas figuras.

El antipetismo encarnado por el diputado transformó los partidos conservadores tradicionales en tierra arrasada. El PSDB, que había conquistado la mitad del electorado en 2014 y perdido por poco frente al PT, fue prácticamente extinto en su encarnación actual.

Diversos factores concurren para explicar el éxito de Bolsonaro. Su origen se remonta a las protestas callejeras de 2013, cuando el sentimiento "contra todos" se apoderó del país y derribó la aprobación de los principales gobernantes.

Al año siguiente, la Operación Lava Jato entró en el escenario político, barriendo al PT y aliados antes de golpear al propio PSDB.

En 2016, la recesión comandada por Rousseff (PT) dio condiciones políticas para su impeachment, y tras un éxito parlamentario inicial, el gobierno sucesor de Michel Temer (MDB) se hundió en una crisis política y ética sin fin.

El derrocamiento de Temer dio oxígeno al PT, que se agarraba al discurso de que había sido víctima de un golpe.

Al final, sin embargo, Haddad no supo crear un hilo narrativo con suficiente cohesión para driblar la acusación de lenidad con los errores pasados y alejó a aliados en potencia -como Ciro Gomes (PDT), que acabó en tercer lugar en la primera vuelta.

Si la negación al petismo ya era una forma de protesta contra el sistema político como un todo, ésta terminó acreditada en el apoyo a Bolsonaro y no en la de figuras tradicionales.

Su ascenso meteórico fue ampliamente ignorado por el mundo político hasta el final del año pasado, cuando la intención de voto por detrás de Lula lo convirtió en el centro de atención.

Pero Bolsonaro estaba en la calle desde 2014. O mejor: estaba en la nube, en el mundo virtual en el que montó una eficaz y bastante cuestionada estrategia de promoción.

El uso intensivo de multiplicación de mensajes a través de la aplicación WhatsApp y la adhesión al recurso de comunicación directa a través de redes sociales fue importado de los EE.UU. -no por casualidad, Bolsonaro se declara gran fan del presidente Donald Trump.

Así como el estadounidense, el ahora presidente electo está siendo acusado de difundir fake news y desinformación, algo que niega. Como Folha reveló la semana pasada, la campaña negativa contra el PT fue comprada por empresarios. La Justicia Electoral y la Policía Federal investigan si se incurrió en un delito vinculado a la campaña de Bolsonaro, una sombra que lo acompañará como nuevo mandatario.

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA
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