"Quien tiene que sentir vergüenza es él, no yo", dice expaciente de João de Deus

Empresaria paulistana Aline Saleh relata caso de abuso sexual en la casa del médium en Goiás

Fernanda Mena
Chicago
La empresaria Aline Saleh, 29, asegura haber sufrido los abusos sexuales del médium João de Deus en Goiás

Tengo mediumnidad desde pequeña. Veía bultos, tenía sueños que me marcaban. Y vivía en busca de medios para entender mejor estos fenómenos y desarrollarme más espiritualmente. Yo nunca había oído hablar de João de Deus hasta 2013, cuando mi abuela me invitó a acompañar a ver al médium en Abadiânia, Goiás.

Ella buscaba acabar con los dolores de una lesión que tuvo en el brazo derecho. Me entró la curiosidad y fui. Para mí, era una aventura, porque yo ya había frecuentado un centro de umbanda y tenía algún conocimiento de la relación con entidades y médiums.

Llegué a Abadiânia y me pareció increíble cómo toda la ciudad gira alrededor de João de Deus. Hay fotos de él por todas partes. La gente es adoctrinada y el lugar está lleno de extranjeros.

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La Casa Dom Inácio de Loyola, donde él atiende, es hermosa y rodeada por naturaleza. En la puerta, un grupo canta y toca la guitarra. El clima es de paz. Parecía ser un lugar donde se hacía el bien.

Al llegar, fui conducida a una especie de gran balcón donde comienza la doctrina. La gente reza y te dice que te sentirás mejor. Es así que, poco a poco, van comiendo tu mente.

En fila, entramos en la casa, pasando por un pasillo de personas vestidas de blanco, rezando y meditando en silencio.

Allí existe una buena vibración incluso porque todo el mundo está en busca de las mismas cosas: una curación, una esperanza, una palabra. Entonces todos entran en la misma sintonía.

Al final de ese corredor de buenas vibraciones, en una especie de púlpito, está João de Deus, en una silla, supuestamente incorporado [una especie de posesión] por una entidad.

Mi abuela fue la primera. Habló de su brazo. Él no la miró a la cara. Garabateó una receta de pasiflora que vendían en una casita al lado y le dijo que se curaría.

Cuando me llegó el turno me preguntó qué estaba buscando allí. Expliqué que sufría con mi mediumnidad, que me hacía tan bien como mal porque no sabía controlarla. La entidad pidió que buscara al "médium João" al final de la sesión.

João de Deus atiende en una salita en medio de la Casa. Cuando llegué, había otras tres mujeres esperando. Y, al otro lado de la puerta, el médium gritaba: "¡Estoy cansado, no voy a atender a nadie! ¡Dile a todo el mundo que se vaya!".

Su asistente se acercó a nosotras, claramente avergonzado, y se disculpó, diciendo que la consulta  sería aplazada. Me pareció extraño.

De noche, tuve un sueño horrible. João de Deus aparecía de negro, al lado de  mi cama, y succionaba toda mi energía, con las manos bajo mi rostro. Yo conseguía sentir los fluidos saliendo de mi cuerpo pero no podía moverme.

Me desperté gritando. Y comencé a llorar descontroladamente. Mi abuela se asustó. A mis 24 años, le pedí dormir en la cama con ella, algo que nunca había hecho.

A la mañana siguiente volvemos a la Casa. En el encuentro con João de Deus, llegué hablando sobre mi sueño. Él dijo que era normal y que él me estaba pasando energía y no quitándomela. Y empezó a decirme que era muy especial.

Me pidió que me sentara en su sillón, en el púlpito, hasta su llegada a la sesión, con los ojos cerrados. Y me dijo que "comandara la energía del espacio".

Por la expresión de su ayudante, encontró aquello tan extraño como yo, pero me condujo al púlpito como si fuese un robot. Varias personas del pasillo me miraron abismadas. Cerré los ojos y medité mantras.

Estaba con la autoestima baja y él me había colocado allá arriba, creando en mi cabeza esa idea de que yo era especial y podría ayudar a la gente si desarrollaba mi poder.

Cuando empezó la sesión, me bajé del sillón y João me pidió que me sentara al  lado. Al final de esta, fui a su sala, donde había nuevamente dos o tres mujeres  esperando. De nuevo, sólo mujeres. Eso me llamó la atención.

Llamó a mi abuela y empezó a decir que tenía un don y que podría trabajar con él, haciendo el bien y sanando a la gente. Mi abuela se enorgulleció.

En ese momento, dijo: "Si usted no ha almorzado, vaya, que voy a quedarme aquí conversando un poquito más con Aline". Un ayudante se llevó a mi abuela.

A esas alturas, yo ya estaba supernerviosa. Oírlo gritando el día anterior me dio que pensar: "Un líder espiritual no debería gritar de esa manera".

El ayudante volvió y comunicó al médium que allí estaba "aquella muchacha con el hijo".

Entró una señora  humilde con un niño de más o menos 10 años, que claramente tenía algún problema mental. Ella le dijo a João que era la tercera vez que iba a la Casa, sin observar una mejoría del hijo.

El médium me miró y dijo: "Dale un pase”. Le dije que no sabía. Y él: "¡Sí, sabes!".

Miré a aquella mujer como si le pidiera disculpas, me levanté y di un pase en el niño. No sabía bien lo que estaba haciendo. Cuando terminé, él dijo a la madre del chico: "Ya está, ya va a mejorar".

No me sentía cómoda en esa situación. Y empeoró. Cuando la mujer, el hijo y el asistente salieron de la sala, João cerró con  llave la puerta de cristal. Se volvió y empezó a decir: "Mira, niña, tienes un don, eres muy especial, ¿has visto lo que acabaste de hacer con el niño?". Y yo, callada.

"Ahora, voy a reenergizar tus chacras. ¡De pie!", Mandó. Y comenzó a recorrer  las regiones de los siete chacras del cuerpo [pelvis, ombligo, estómago, corazón, garganta, frente y cabeza].

Dijo que estaba con mucha energía y necesitaba un realineamiento. A continuación, y muy rápidamente, abrió la puerta del cuarto de baño de la sala y me metió dentro. Me pidió que me volviera de espaldas, pusiera las manos en mis caderas y me moviera. Me dijo que era para liberar la energía. Muy raro.

Y, en aquella situación, me vi cohibida y no sabía qué hacer. Sentía mi cuerpo helado, de los pies a la cabeza. Él decía "mueve, mueve". Y yo decía: "no quiero, no puedo".

João decía todo el tiempo que estaba "todo correcto", y empezó a refregarse en mí. Tomó mi mano y la puso en su pene, flácido, que estaba fuera de los pantalones.

Retiré la mano. Me dijo que era “de esa forma”, que era importante y tal.

Intentó de nuevo llevar mi mano hacia su pene. Yo reaccioné. "¿Qué es esto? Esto no está bien!". Y me volví. Él salió de la habitación, se abrochó los pantalones, se sentó en el sofá. Me senté en el segundo sofá de la habitación, petrificada.

João abrió la puerta. Preguntó si mi abuela ya había almorzado y pidió que la llevaran hasta allí. Cuando mi abuela apareció, volvió a elogiarme. Comencé a sentirme mal. Pedí permiso y salí corriendo.

En el exterior de la casa, comencé a llorar. Estaba confundida y llamé a mi tía. "¿Me estaba volviendo loca? ¿Debería haber cedido?".

Ella me dijo: "¡Sal de ahí ahora, Aline, ese tipo está loco!".

Para mi tristeza, mi abuela desconfió de mi relato de que João de Deus me había llevado dentro del baño donde intentó, dos veces, poner mi mano en su pene. Ella dijo que el médium era un hombre maravilloso, que curaba a la gente, y que yo estaba confundiendo las cosas.

Quería irme de allí inmediatamente. Era insoportable permanecer en un lugar donde las fotos de João de Deus estaban por todas partes. Al día siguiente, cogería el vuelo de regreso a São Paulo.

En el albergue, empecé a buscar por internet. No encontré ninguna asociación de términos como "fraude" o "abuso sexual" y el nombre de João de Deus, a no ser un comentario en un blog. Resolví buscar en inglés "John of God" y encontré bastantes cosas. Me dio miedo. Me pareció que podía venir detrás de mí porque había huido.

Volví rezando. Al llegar a casa, me acosté en la cama de mi madre y pasé tres días llorando en posición fetal, sin conseguir salir de casa. Es el tipo de cosas que te hace pensar que la culpa es tuya. ¿Debería haber gritado? ¿Haber hecho un escándalo?

La terapia me salvó de un trauma mayor. Me liberé. Hoy, tengo plena conciencia de que él es una persona enferma, que recibe a sus víctimas en una entrega de esperanza de curación y búsqueda de espiritualidad.

Hoy, no siento más vergüenza alguna de lo que me pasó. ¡El que tiene que avergonzarse es él! Hablar sobre eso me parece la mejor manera de liberar a mujeres abusadas de la culpa y la vergüenza, además de evitar que esto ocurra con otras.

Descubrir casos igual al mío hizo que me sintiera abrazada. Fue un alivio inmenso. Y saber que se están haciendo públicos no me trae sentimientos de venganza, sino de justicia.

OTRO LADO

La asesoría del prensa del médium no devolvió las llamadas a Folha.

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA

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