Quienes caminan por los pasillos del acuario más grande de América del Sur no tienen idea de que, desde su apertura en 2016, más de 3,3 millones de personas han recorrido sus 470 metros.
Localizado junto al nuevo bullicio turístico de Río, la noria más grande de América Latina, AquaRio es una experiencia que, además de entretenida, busca educar a los niños y adolescentes sobre la vida marina.
En una de las demostraciones, por ejemplo, una 'sirena' enseña a los visitantes las consecuencias de los derrames de petróleo en las playas brasileñas.
“La sirena tiene un trabajo muy importante en nuestro equipo educativo. No es solo para que el niño venga y vea a la sirena: es para que salga de aquí con una idea y conozca los problemas del océano, marchándose de aquí como un agente de conservación transformador. Es un programa para la familia, para el turista, para la carioca ”, dijo Raphael Lobo, director de operaciones locales.
Bajo el nombre '¡La vida en el mar pide ayuda!', la campaña se extiende hasta el 31 de enero y propone al público que "reconsiderar algunos hábitos, como arrojar óleo por el sumidero del fregadero, basura a la playa o consumir especies en peligro de extinción". Todo esto impacta directamente en los ecosistemas marinos ”, dice el biólogo marino Paulo Salomão, responsable del sector educativo de AquaRio.
La sirena se sumerge en los tanques de AquaRio todos los días a las 10:30 a.m. Al final del viaje, el espectador accede a una exhibición sobre derrames de petróleo.
No obstante, las estrellas de la casa son los tres tiburones Mangona que nadan en el Gran Tanque Oceánico: Daisy, Donald, Gaston.
Un verdadero museo vivo, el AquaRio alberga entre 2.000 y 3.000 animales, incluidos crustáceos, estrellas de mar, corales, plancton y peces distribuidos en 4.5 millones de litros de agua distribuidos en 28 tanques.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA