Sólo seis de los 20 artistas más escuchados del país, según la plataforma de vídeos YouTube, declararon apoyo a un candidato en la segunda vuelta de los comicios, el domingo (28): cinco a favor de Jair Bolsonaro (PSL), que lidera las encuestas, y uno contra el candidato.
Bolsonaro fue apoyado por el dúo Zé Neto y Cristiano, por ejemplo, que lidera el ranking de YouTube.
En un vídeo publicado en la plataforma, Zé Neto manda "un abrazo a Eduardo Bolsonaro", hijo del candidato "un tipo fenomenal, conocedor de armas", y entonó el lema "es mejor" Jair "acostumbrándose".
En noveno lugar, Gusttavo Lima fue otro artista que manifestó su apoyo al candidato del PSL. En febrero, publicó un vídeo en su perfil de una red social dando clases de tiro en Estados Unidos.
En el texto, el cantante defendía la revocación del Estatuto del Desarme y citaba a Bolsonaro.
Los especialistas creen que el temor a declarar el voto puede favorecer la polarización y desagradar a los contratantes. Asimismo, también pesan las posibles reacciones en el medio digital, donde boicots y ofensas se han vuelto comunes.
Fue lo que ocurrió con Marília Mendonça. Hace un mes, después de apoyar la campaña #ÉlNo, la cantante se convirtió en el blanco de la ira de simpatizantes de Bolsonaro.
Ella eliminó el vídeo y, en otro post, dijo que familiares fueron amenazados. "Dejo aquí mi profundo silencio en cualquier cuestión política". Además de la truculencia digital, hay mucho dinero en juego. Según las estimaciones, la artista ostenta actualmente el mayor tercer caché de Brasil, de R$ 350 mil (US$ 94 mil) por concierto.
Con los contratos publicitarios, los ingresos pueden llegar a R$ 10 millones (US$ 2,6 millones) al mes. La aversión a opiniones políticas se debe también al hecho de que los picos de popularidad son, por regla general, efímeros, dice el abogado Thiago Endrigo. "Aquel que llegó a lo más alto del ranking de la clasificación no arriesga porque no sabe si está en la cresta de una ola de dos días, dos meses o dos años", explica.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA