La resaca de la crisis y la fe en un mito. Ambas diseñaron un retrato de Brasil entre las miles de personas que acudieron a la investidura de Jair Bolsonaro (PSL) en Brasilia.
Los simpatizantes aportaron experiencias que casi destruyeron sus negocios y diezmaron empleos. Pero también expectativa de mejora: muchos de ellos ya ven un nuevo ciclo económico a partir de la victoria de Bolsonaro.
Según la Fundación Getulio Vargas, actualmente, la ociosidad media en la industria es de cerca del 25%, frente al 17% de los cinco años anteriores a la crisis. Según el instituto Datafolha, un récord del 65% de los brasileños creen que la situación económica del país va a mejorar en los próximos meses -en agosto apenas el 23% apostaba por ello.
Son puntos considerados favorables en la economía: la inflación por debajo de la meta en 2018 y la previsión para 2019, y la tasa básica de interés (Selic) estable en el 6,5%.
A finales de 2014, la tasa de desempleo cedió al 4,8%, la menor de los históricos del IBGE. Actualmente, está en el 11,7%. El 75% de los nuevos puestos todavía son informales o de empresas sin CNPJ (certificado de persona jurídica).
De acuerdo con los cálculos del gobierno Michel Temer, en dos años el 98% del gasto primario de la Unión podría estar comprometido sobre todo con la seguridad social y el funcionariado -sobrando el 2% para costear toda la máquina pública.
En los últimos tres años, el total de personas consideradas pobres en Brasil (con ingresos domiciliarios per cápita por debajo de R$ 233 – US$ 62) aumentó un 33%, la mayoría en el Nordeste, según la FGV Social. Ya entre los diez estados más violentos del país, seis están en esa región.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA