Los datos de la actividad económica publicados de cara al tercer trimestre de 2019 muestran que la economía brasileña avanza de forma errática, sin signos de una recuperación constante y aún dependiente del consumo de los sectores doméstico y comercial, y de los servicios.
Ni la liberación del FGTS (Fondo de Garantía del Tiempo de Trabajo), la caída de los tipos de interés ni el ritmo de las reformas económicas han sido suficientes para restaurar la confianza, la inversión y el sector industrial. Los economistas apuestan que la reacción financiera tendrá lugar en 2020, cuando los efectos del ciclo actual de caída de los tipos de interés provoquen el repunte de la economía tras tres años de crecimiento de aproximadamente un 1%.
Sin embargo, del histórico de proyecciones recopiladas por el Banco Central se desprende que las estimaciones anticipadas se han visto frustradas en los últimos años.
"Con más estímulo monetario, la tendencia del PIB [Producto Interno Bruto] es crecer un poco más. ¿Cuánto? No se sabe, pero no mucho más", dice el economista Afonso Celso Pastore de AC Pastore & Associados.
En un informe reciente, AC Pastore destacó los elementos de este análisis. Con la industria aún estancada, lo que ha sostenido la reanudación desde el final de la recesión ha sido el consumo de los hogares.
Sin embargo, esta expansión del consumo avanza a un ritmo mucho más lento que en otros períodos: actualmente está por debajo del 2% anual y entre 2006 y 2010 fue de más o menos el 6% anual.
Una de las razones de ello es la lenta generación de empleo y la calidad de los puestos de trabajo. La mayoría son informales, lo que reduce el ingreso salarial y, claro, el poder adquisitivo. El empleo formal paga de media un 25% más que el trabajo de autónomo.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA