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22/08/2013 - 10h02
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ELIO GASPARI
COLUMNISTA DE FOLHA
Con el conocimiento del gobierno americano, la policía inglesa detuvo cerca de nueve horas e interrogó en el aeropuerto de Heathrow al ciudadano brasileño David Miranda, que desembarcó de un vuelo procedente de Berlín, de camino a Rio de Janeiro.
El ministro de Exteriores Antonio Patriota dijo que el episodio "no es justificable" e informó de que los dos gobiernos continuarán tratando el caso. El embajador de Reino Unido en Brasilia fue más conciso: el asunto "continua siendo una cuestión operacional de la Policía Metropolitana de Londres". Aleluya: Su Majestad tiene un gobierno que habla claro en la defensa de sus intereses.
Patriota tiene que definir mejor lo que "no es justificable", pues el embajador inglés se justificó. Nada nuevo.
En julio de 2005 el brasileño Jean Charles de Menezes, que vivía en Londres con todos los papeles en regla, salió de casa, entró en un vagón de metro y se llevó siete tiros en la cabeza. La Policía Metropolitana de Londres lo confundió con un terrorista y "lamentó el episodio". Su familia recibió una indemnización de 100.000 libras.
Cinco años después, Tony Blair, el primer ministro en la época del incidente, publicó un libro de memorias en el que lamentó el "terrible error", recordando que se quedó "profundamente entristecido por los policías que estaban actuando de buena fe, intentando garantizar la seguridad del país". Aleluya de nuevo.
Ricardo Moraes/Reuters |
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El periodista americano Glenn Greenwald abraza a su compañero David Miranda a su llegada al aeropuerto Internacional de Rio de Janeiro |
Los gobernantes ingleses defienden a sus policías. Ya las autoridades brasileñas actúan de manera diferente: tras la muerte de Jean Charles, a Blair le invitaron a prestar servicios de asesoría a Rio de Janeiro, para preparar a la ciudad para las Olimpiadas.
En esa época el gobierno inglés intentaba crear, en los aeropuertos de Pindorama, barreras de contención para viajeros brasileños. Miles de nativos eran deportados al aterrizar en aeropuertos europeos.
Una investigadora de la Universidad de São Paulo fue devuelta desde Madrid cuando estaba de camino a Lisboa. Solo tras un poco de griterío, el Ministerio de Exteriores adoptó un criterio de reciprocidad, devolviendo españoles a su país. Vino la crisis y hoy es España quien manda gente a Brasil, siempre bien recibida.
En julio el doctor Patriota repudió el procedimiento de los gobiernos de Portugal, España, Francia e Italia, que negaron el derecho de sobrevuelo al avión del presidente boliviano Evo Morales porque se suponía que a bordo estaba el americano Edward Snowden.
¿Acabó en qué? Detuvieron al compañero del periodista americano que divulgó los documentos secretos recogidos por el exfuncionario de la CIA.
Si los gobiernos de Europa y de los Estados Unidos creen que sus leyes especiales se justifican porque el combate al terrorismo es un conflicto mundial, el recetario de la Guerra Fría podría resucitarse. El gobierno brasileño conoce las identidades de los funcionarios ingleses que trabajan para el servicio secreto y que viven aquí, bajo protección diplomática. Basta pedir que uno de ellos retorne a su país, lo que no sería nada personal.
Sería apenas un gesto capaz de materializar el desagrado del gobierno, como hizo la reina Victoria con el dictador boliviano Melgarejo. Él habría amarrado al embajador inglés a una mula y la soberana mandó bombardear La Paz. Al saber que la ciudad estaba fuera del alcance de sus cañones, tachó Bolivia de su mapa y declaró que no existía más.
Traducido por MARÍA MARTÍN