"Dices que amas, pero no amas. Tú amas a la hija de pelo largo y vestido que siempre has deseado tener. Amas la imagen perfecta de una niña a la que le gusta pintarse las uñas.  No lo ves, pero este no soy yo. No soy esa imagen perfecta, esa niña. Soy un niño. Soy la imagen imperfecta del chico al que le gusta ponerse vestido y pintarse las uñas. Soy así, imperfecto".

Este fragmento de poesía fue el último aviso para que los padres de Lorenzo, de 15 años, comprendieran y aceptaran de una vez por todas que él ya no podía seguir siendo Geovanna porque estaba sufriendo y necesitaba urgentemente hacerse la transición de género.

Para que el proceso fuera lo más natural posible, el matrimonio formado por Rosalia, de 48 años, y Antonio Torquato da Silva, de 45, pidió ayuda a la escuela.

"No fue una situación fácil. No puedo decir que estábamos preparados, pero buscar orientación e información fue fundamental. Siempre hemos defendido que las personas deben ser felices de la manera que deseen y no podría ser diferente con nuestro propio hijo", dice la madre, Rosalia.
 

Ante esta situación, la primera medida que tomó la escuela fue cambiar el cuarto de baño. Lorenzo quería ejercer su derecho a usar el servicio masculino. Tras varias discusiones en aula, un plebiscito y la aceptación casi unánime: el centro escolar instaló baños unisex.

Los profesores fueron informados de que uno de los alumnos pasaría por la transición de género y los debates en torno a cuestiones de identidad, libertad y derechos humanos fueron fomentados en clase.

No obstante, el momento más esperado era cuando Geovanna se convirtiese definitivamente en Lorenzo. La coordinación y el alumno hicieron el anuncio hace poco más de un mes.

^{Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA}

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