Río de Janeiro resiste con sus tesoros secretos y su historia olvidada en piedras y edificios

El incendio del museo dirigió la atención hacia muchos tesoros secretos amenazados

Río resiste. Muchas personas al ser cuestionadas sobre sus destinos turísticos favoritos, ya sea en Brasil o en el resto del mundo, lo tienen claro: Río de Janeiro.

A pesar de las catástrofes como tiroteos diarios, presión del Estado fallido, ayuntamiento inexistente, museo incendiado, laderas deforestadas por el incontrolado crecimiento, tiendas cerradas, hoteles con dificultades económicas, altos índices de paro, Río resiste.

La historia nos permite soñar un poco. Berlín fue devastado por los bombardeos, San Francisco, por un terremoto, Lisboa, por un tsunami, Nueva Orleans por un huracán. Todas esas ciudades están ahí, de nuevo, íntegras. La destrucción física las hizo resurgir tal vez algo diferentes, pero llenas de encanto y personalidad, como si su corazón permaneciera intacto.
 

Playa de Copacabana, en Río de Janeiro - Folhapress

El azote a Río es menos físico y más moral. La humillación, el desgobierno, la corrupción, el exceso de exposición de sus males en los medios de comunicación, toda esa lluvia de desgracias que nos asolan tal vez sea tan difícil como  la destrucción material. El momento es adverso. pero repito, estamos resistiendo.

Tenemos el paisaje, sin duda, con una belleza que se adhiere a las retinas. Los cariocas, por nacimiento, adopción o admiración, son personas transformadas por la fuerza del paisaje.

Pero no es sólo eso. Tenemos historia. Aunque numerosas veces abandonada u olvidada, la historia está en los edificios, en las piedras, en las colecciones que siguen perteneciendo y que esperan días mejores.

El incendio del museo dirigió la atención hacia muchos tesoros secretos amenazados. El Museo Dom João VI, en una sala de la Escuela de Bellas Artes, en la Isla del Fundão. O el hermoso Museo de la Farmacia, escondido en la Santa Casa de la Misericordia. O el hermoso edificio del Automóvil Club, que acaba de ser invadido. Tantos otros. Casi todos maltratados, olvidados. Pero resistiendo, como el propio Río. Después de todo, ellos son nuestros. Ellos están aquí.

Este texto forma parte del especial de 50 años del suplemento de Turismo de Folha.

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA
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