Tiene playa, pero es muy posible que quede en segundo plano. Con el fin del Carnaval, las calles estrechas y empinadas de Olinda se encuentran abiertas a cualquiera que busque sumergirse en la historia de una de las ciudades más antiguas del país, que, fundada en 1535, aún conserva su patrimonio histórico y cultural.
Conocer Olinda no requiere la compañía de guías. Una manera más cómoda de enfrentar las pendientes cuesta arriba y cuesta abajo es usar un par de zapatillas de deporte, ya que el pavimento es antiguo, hecho de adoquines. Hace sol y el calor aprieta casi todo el año, y las lluvias solo aparecen entre abril y julio.
Un fin de semana puede ser suficiente para conocer el conjunto de iglesias barrocas y observar las coloridas casas coloniales, que ahora albergan cafeterías y talleres de artesanía.
Por todas partes, pinturas, esculturas, grabados en madera y muñecas gigantes tradicionales adornan el centro histórico.
Los múltiples colores que adornan las fachadas de las casas, como azul, rojo, verde y ocre, contrastan con el gris de las calles y se mezclan con los tonos verdes de los patios y el mar.
Dos características llaman la atención: el diseño y la ocupación del territorio del centro histórico de Olinda, que conserva una fuerte tradición e influencia lusitana. La arquitectura colonial se mantuvo, sobre todo, en monumentos religiosos, iglesias y conventos de las principales órdenes religiosas de la época, como benedictinos, franciscanos y carmelitas.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA