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Opinión: El Papa Francisco lavará el alma de Brasil

08/07/2013 - 10h27

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ELIO GASPARI
COLUMNISTA DE FOLHA

Faltan dos semanas para la llegada del Papa Francisco a Rio de Janeiro. Mostrará al mundo un Brasil de fe, solidaridad, alegría y paz. Será el primer viaje de un pontífice que, en cuatro meses de reinado, ha dado las siguientes lecciones:

1) Pagó la cuenta de la casa de huéspedes que lo acogió en Roma durante el cónclave. (Quizá no suene a mucho, pero los políticos Henrique Alves, Garibaldi Alves y Renan Calheiros han sido descubiertos usando aviones de las Fuerzas Armadas para fines personales como bodas y partidos de fútbol)

2) Dispensó el apartamento pontificio de diez aposentos y continuó en la Casa Santa Marta, donde se quedan los obispos que pasan por Roma. (Aló Eduardo Paes, alcalde de Rio, que en 2010 quería comprar para el Ayuntamiento el palacete de los Guinle en la calle São Clemente. Los dueños pedían R$ 10 millones [US$ 4 millones]).

3) Se libró de los parámetros medievales de Benedicto XVI y de los zapatos rojos de piel de sus antecesores.

4) Nombró una comisión de cardenales para limpiar la estructura de la Curia e hizo limpieza en el Banco del Vaticano.

5) Se confesó como un pecador. (¿Aló, ex presidente Lula da Silva?)

El papa Francisco llega a Brasil con una iglesia libre de grandes divisiones. No viene a hostilizar prelados izquierdistas y, si hay en la jerarquía discretos murmullos (sobre todo por la limpieza en el Banco del Vaticano), se disimularán.

Si los gobernantes tienen miedo por lo que significa su visita, aún tienen tiempo para leer la inutilidad del malestar de los comisarios poloneses cuando Juan Pablo II anunció su visita a Varsovia.

Centenas de miles de peregrinos hospedados en casas ajenas celebrando la fe será una santa lección en un país donde el piso más debajo de la sociedad sabe compartir lo que tiene, mientras que el de encima no quiere ni pagar un billete de avión.

Durante algunos días se creyó que las multitudes que fueron a las calles en las últimas semanas apenas pronunciaban provocaciones. Se vio, sin embargo, que el pueblo como peligro es una vieja fantasía.

Francisco mostrará el tamaño de la fraternidad nacional, sin caviar en el palco de las autoridades.

En los últimos días, las autoridades federales, estatales y municipales, que dilapidaron billones de reales en la construcción de estadios, informaron que no tienen dinero para cubrir un agujero de R$ 90 millones (cerca de US$ 40 millones) para costear los gastos de la Jornada Mundial de la Juventud. Gastaron R$ 1.200 millones (US$ 533 millones) en la reforma del Coliseo de Rio, el Maracaná. El viaje de la doctora Dilma Rousseff a Roma a la coronación de Francisco costó cerca de medio millón (US$ 222.000).

Se calcula que el gobierno federal gasta cerca de R$ 1 millón (US$ 444.000) al mes solo en los vuelos de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB).

El temor de que Francisco sea hostilizado por manifestaciones de evangélicos surgió en Brasilia. Es difícil, pues no hay entre los evangélicos el sectarismo de los políticos.

Cuando Juan Pablo II visitó Rio de Janeiro en 1997, solo una palabra del entonces arzobispo de Rio de Janeiro Eugenio Sales al presidente Fernando Henrique Cardoso fue suficiente para quitar a los soldados armados de su ruta.

Aunque el actual arzobispo Don Orani João Tempesta es menos partidario del enfrentamiento que Sales, si tuviese una pizca del alma sertaneja de su predecesor, mandaría un recado al alcalde Eduardo Paes y al gobernador Sérgio Cabral: "Recogeré la ayuda del pueblo en la esquina de la avenida Rio Branco con la calle Ouvidor".

Los días del papa en Brasil serán jornadas de distensión, belleza y fraternidad, sin comercio o patrocinios. Por encima de todo, serán gratis. Pedirán apenas fe para quienes la tengan.

Traducido por MARÍA MARTÍN

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