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Brasil es un país que deja a desear en más de un sentido del concepto de meritocracia
08/05/2018 - 14h10
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JOEL PINHEIRO
COLUMNISTA DE FOLHA
El economista irlandés Marc Morgan Milá lanzó una provocación a Brasil: "¿Cómo es posible defender el argumento de meritocracia cuando Brasil es el país que menos tasa las herencias?".
Milá hace referencia a una idea específica de meritocracia: la de una sociedad en la cual la posición que la persona ocupa en la jerarquía social y económica es determinada por su mérito; es decir, por el esfuerzo personal. En el juego, todos los jóvenes tienen las mismas posibilidades; si cada uno de ellos se convertirá en CEO o basurero, eso sólo depende de la dedicación y del trabajo de cada uno y de la elección que cada uno haga entre valorar más el dinero u otros aspectos de la vida.
Una sociedad así sólo podría existir si todos comenzasen del mismo punto de partida.
Supongamos que pasáramos a tasar herencias como en Estados Unidos, donde la tasa puede llegar al 40%. En ese caso, ¿llegaríamos a la meritocracia? Nada de eso. Ni siquiera si el país cargase duramente la herencia. Milá podría volver y repetir el mismo exacto argumento: ¿cómo defender el argumento de la meritocracia si las condiciones de partida aún no son estrictamente iguales?
La respuesta reside en lo que las personas llaman meritocracia no es esa utopía en la que el mérito personal es el único determinante de la posición del individuo. Su papel es otro: es un elemento necesario en el progreso de cada uno.
Casi nadie tiene la oportunidad de pasar de miserable a millonario, pero muchos son capaces de, gracias al propio trabajo, mejorar su situación y proporcionar a los hijos condiciones iniciales mejores que las que tuvieron en sus propias infancias.
Meritocracia, en ese caso, es un sistema en el cual los individuos pueden desarrollarse y cosechar los frutos de sus esfuerzos.
Brasil es un país que deja a desear también en este sentido de meritocracia. Es un país que impone obstáculos a quien desea crecer; que dificulta las relaciones laborales; que sabotea la aspiración emprendedora (que no es más que el deseo de subir por el propio mérito) con burocracia y reglas ineficientes; que falla en ofrecer condiciones básicas de educación y sanidad; y que, en definitiva, quita a los ciudadanos gran parte del fruto de su propio trabajo.
Así, rehizo la provocación de Milá: con un Estado tan pesado e ineficiente -y que algunos quieren hacer aún más pesado- ¿cómo podemos hablar de meritocracia?
Traducido por AZAHARA MARTÍN