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La defensora

28/05/2013 - 12h12

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SUZANA SINGER
ombudsman@uol.com.br

Tuve que ir hasta Los Angeles, al encuentro internacional de ombudsmen, para conocer una iniciativa de un país que puede ser útil en el debate sobre los medios en Brasil.
Hace seis meses se nombró la primera "defensora pública de los medios audiovisuales" en Argentina. Es una especie de ombudsman, escogida por el Congreso y encargada de recibir las demandas de los telespectadores y de los oyentes.
La defensora no tiene poder para multar o castigar a las emisoras que son objeto de las reclamaciones, ella solo intenta mediar para encontrar una solución. La periodista Cynthia Ottaviano, la primera indicada, dice que había una demanda reprimida, tanto que ya se registraron 187 quejas.
Es posible enviar denuncias por carta, email o personalmente, en audiencias públicas promovidas en las diferentes provincias. El primer encuentro, realizado en abril en Chaco, reunió a 320 personas.
Cynthia, 40, cuenta el caso de un reportaje sobre niños maltratados en una escuela particular. Con la sospecha de que estuviese ocurriendo algo malo, uno de los padres colocó un iPad en la mochila de la hija y consiguió grabar a la profesora insultando a la niña. Se convirtió en un gran escándalo.
Un canal de TV emitió la historia, pero la ilustró con imágenes de archivo, de un colegio cualquiera. Exhibió además la foto de una profesora que se llamaba igual que la acusada, pero no tenía nada que ver con el caso. Avisada, la defensora consiguió que el canal leyese una nota de corrección tantas veces como la imagen de la profesora había aparecido en la pantalla.
Casi en la frontera con Bolivia, un grupo de vecinos se quejó a la defensora porque quería la atención de la prensa para hacer una denuncia sobre la contaminación de la región. Con la ayuda de la ombudsman, el asunto entró en la programación de la radio pública de Buenos Aires.
La defensora no trata solo quejas relativas al noticiario. Los programas de entretenimiento y la publicidad también son parte de su objetivo. Una denuncia decía que un anuncio de bebidas incentivaba el suicidio. El vídeo mostraba a los bomberos intentando convencer a un chico de que saltase de un edificio en llamas. Él toma unos tragos del refresco y salta, flotando feliz.
Cynthia escuchó a la agencia de publicidad responsable por la propaganda y concluyó que no había nada de malo. Esa vez, el público no tenía razón.
Otros blancos de las reclamaciones son programas que difunden imágenes prejuiciosas de mujeres y de gays, el fin de series educativas en canales públicos y la falta de traducción al lenguaje de sordos.
La figura de la defensora del público está prevista en la controvertida Ley de Medios, aprobada en 2009, pero demoró tres años hasta que el cargo se estableció. El equipo de la defensora tiene 40 personas, entre periodistas, antropólogos y abogados. El dinero que sustenta la iniciativa viene de los impuestos que pagan las emisoras de radio y la TV. La defensora da cuentas de su trabajo al Congreso, no al Ejecutivo.
Cynthia dice que el nombramiento fue prácticamente ignorado por los grandes medios de comunicación argentinos, que están en pie de guerra con el gobierno de Cristina Kirchner, pero cuenta que consiguió encaminar con éxito una demanda referente al grupo "Clarín".
La base de la Ley de Medios argentina, que es su carácter antimonopolista, fue bastante discutida en Brasil. Folha, como gran parte de la prensa generalista, criticó duramente la intención del gobierno de callar al principal diario del país. "Siguiendo lo que, con igual o mayor desplante, está haciendo Hugo Chávez en Venezuela, el gobierno argentino se vale de medios económicos para un objetivo que, en esencia, es el mismo: sofocar todo tipo de crítica", decía un editorial del pasado noviembre.
Solo que la Ley de Medio no es apenas eso. Son 166 artículos y por lo menos uno de ellos, el que crea la figura de la defensora, debe ser observado.
Por aquí, el debate sobre la regulación de los medios se traba porque las propuestas presentadas acostumbran a embutir un contexto de censura que provoca, con razón, un escalofrío en las grandes empresas de comunicación. Estas, sin embargo, no consiguen sugerir formas que garanticen un grado mayor de trasparencia y de dar cuentas al público.
En Brasil, solo Folha, el periódico "O Povo", de Fortaleza, y la EBC (TV Brasil) tienen ombudsman. El resto de periódicos y revistas se contentan con una sección de cartas de los lectores y otra de correcciones. En las radios y televisiones, ni siquiera eso.

Traducido por MARÍA MARTÍN

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