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Los haitianos le cambian el rostro al barrio Glicério, en el centro de São Paulo
05/05/2015 - 14h55
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EMILIO SANT'ANNA
DE SÃO PAULO
"Merci, Seigneur! Merci!", el pastor grita con las manos levantadas hacia el cielo. Es domingo, a las 9 de la mañana, y la iglesia Asamblea de Dios, en el barrio de Glicério, en el centro de São Paulo, está llena.
Sentadas en sillas de plástico, cerca de 70 personas cantan sin parar. Si no fuera el idioma, el ritmo dejaría claro que algo allí es diferente. Con excepción de dos brasileñas, todo el resto es originario de Haití.
A menos de 50 metros, diez jóvenes negros que visten cinturones con hebillas cromadas y camisas de color rosa abotonadas hasta el cuello les dan la bienvenida a los fieles en otra celebración. Se trata de la Iglesia Baptista Bethlehem.
Allí, al lado del barrio Liberdade, un tradicional reducto oriental, los haitianos ya cambiaron el pulso de la región. Es así como São Paulo va ganando un nuevo barrio de inmigrantes, un "barrio negro".
"Puede ponerlo por escrito, en poco más de un año, Glicério tendrá solamente negocios de haitianos", vaticina el pastor Luciano Gomes, de 44 años, que aprendió francés y creole con el objetivo de atender la demanda de sus fieles.
Las iglesias evangélicas que celebran cultos bilingüe son por lo menos tres. Negocios de ropa, peluquerías, locutorios, y, ahora, un restaurante de comida típica también abrieron sus puertas en el área.
Robson Pierre, de 42 años, es dueño de una peluquería, de una cafetería, de un restaurante y de un local pequeño que alquila para ofrecer acceso gratuito a Internet.
Este ex vendedor de autos en Haití, que vive desde hace tres años en Brasil, rechaza el título de "Rey de Glicério".
"Todo el mundo habla de mí, pero nadie me conoce. Salgo temprano y trabajo hasta la noche. Entonces no soy el rey de nada. Solamente trabajo", dice, detrás del mostrador, desde donde vende fideos instantáneos, galletitas rellenas, CDs y champús.
Traducido por NATALIA FABENI