Veinte estudiantes brasileños de la Universidad de Coimbra se reunieron en un pub de la ciudad a última hora del miércoles (23). Para el horario portugués, la victoria de Flamengo contra el Gremio, por 5-0, que le garantizó un lugar en la final de la Libertadores, comenzó a las 1h30 del jueves (24). Había dos gremistas, dos colorados y al menos quince rubro-negros.
Podría ser por Jorge Jesús, pero en este caso no lo es. Arthur Almeida Aguirre ha vivido en Oliveira de Azeméis, en el norte de Portugal, durante seis meses. Y estudia Derecho en Coimbra desde hace dos.
Por mucho que el entrenador del Flamengo haya difundido una pasión por los colores rojo y negro en Europa, Arthur nació en Río de Janeiro. Según el estudiante, el encuentro en el pub reunió a paranaenses, catarinenses, cariocas, gauchos y paulistas.
En Brasil, el miércoles fue un día movidito en los aeropuertos. En el Maracanã, del total de 63.409 asistentes, al menos 13.000 negros rojos llegaron de fuera de Río (20%). El mismo porcentaje que se calcula de extranjeros en partidos del Barcelona y el Real Madrid, en la liga española o la Champions League.
No se trata solo de pasión por el club. “Estamos muy contentos de rescatar el orgullo y la esperanza de decenas de millones de personas. Creo que es más que eso, el Flamengo está mostrando a Brasil que podemos jugar un fútbol bonito y de alta calidad, sin quedar por detrás de los grandes escenarios del mundo", dice el presidente Rodolfo Landim.
La estrategia implica la adopción de un estilo de juego agresivo, que comenzó con la elección del entrenador. "No es extranjero, europeo o marciano ... Aquí hay que tener la filosofía del club", dice Bruno Spindel, que comparte la dirección del fútbol con Marcos Braz. ¿Quién descubrió a Jorge Jesús, contratado en junio? “No voy a entrar en esa cuestión. Fue el Flamengo ", responde.
De los clubes internacionales de los últimos 30 años, dos han compartido la estrategia de jugar con la más alta calidad para cautivar a los hinchas de todo el mundo: Milán y Barcelona. Si jugaran mal, no serían globales.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA