Descrição de chapéu Pelé, o Edson

Pelé está vivo, fue Edson el que murió

Jugador encantó en la cancha, detuvo guerras y cambió el deporte para siempre

Pelé celebra la conquista del tercer campeonato mundial en 1970

Pelé celebra la conquista del tercer campeonato mundial en 1970 21.jun. 1970 - Xinhua/Imago/Zumapress

Juca Kfouri

A los 82 años murió Edson Arantes do Nascimento, un hombre como cualquier otro, con sus cualidades y sus defectos. En este caso, más cualidades que defectos, aunque estos le hayan impedido ser un ciudadano aún más influyente de lo que era.

Curiosamente, Edson se refería a sí mismo en tercera persona.

Y se dice que hoy también murió Pelé, el mejor futbolista de todos los tiempos, a los 82 años, título indiscutible al menos para las personas sensatas que vieron el fútbol mucho antes y mucho después de que el jugador comenzase a terminar, entre 1956 y 1977, su espléndida carrera de 1.281 goles, cinco títulos mundiales, dos para el Santos FC y tres para la selección brasileña.

Curiosamente, Pelé se refería a sí mismo en tercera persona.

Pero el mundo —primero, la prensa francesa—, toda su vida lo llamó Rey: Rey Pelé.

Es cierto que un día el diario inglés "The Sunday Times" fue aún más lejos al preguntar y responder: "¿Cómo se escribe Pelé? Con las letras GOD [Dios, en inglés]".

Pelé en la cancha en 1969 contra Venezuela
Pelé en la cancha en 1969 contra Venezuela - 24.ago.69 - Arquivo/Ag. O Globo

Y es este hombre, también elegido "Deportista del Siglo" en 1980 por el diario francés "L'Équipe", quien será tratado y homenajeado aquí, aunque no hay palabras en ningún idioma del mundo para expresar sus hazañas y el encanto que despertó alrededor del planeta en su oficio de jugar al fútbol como nadie más lo ha hecho.

Tampoco se trata de decir que hay un fútbol A.P. y otro D.P., porque el fútbol y Pelé se han convertido en sinónimos.

Nunca antes en este planeta una persona había reunido todos los fundamentos de un juego como él, no por casualidad el deporte más popular de todos.

Pelé chutaba magníficamente con ambos pies, cabeceaba con los ojos abiertos, marcó goles como nadie, dio pases que sorprendieron incluso a sus compañeros, recibía el balón con el pecho como si lo acunara como un bebé en el regazo, e incluso podría haber sido un buen portero. Era el instinto asesino, impreso en una mirada que asustaba a sus adversarios, como algunos tuvieron el valor de confesar.

Y nunca fue un buenazo. Religioso de la forma que era, en lugar de poner la otra mejilla cuando lo golpeaban, devolvía una patada aún más certera, un codazo imperceptible, un pisotón definitivo.

Y jugó. Jugó como… un dios. Sí, el periódico inglés tenía tanta razón como el francés.

De niño, con 17 años, en el Mundial de Suecia, fue el máximo goleador de la selección brasileña, con seis tantos.

Y metió un gol más importante que el anterior. Basta decir que marcó el único de los cuartos de final contra Gales, tres de cinco contra Francia en la semifinal y dos de cinco contra Suecia en la final.

Por si fuera poco jugar divinamente, Pelé siempre obtuvo resultados muy concretos en el campo. Dos meses antes de cumplir 22 años, por ejemplo, ya había marcado 500 goles, hazaña que Romário solo logró cuando tenía 31. Tenía, entonces, seis años de carrera profesional.

A los 29, marcó su milésimo, algo que nadie ha hecho nunca con un récord realmente de fútbol.

En el Campeonato Paulista, el jugador fue máximo goleador en 11 ocasiones, nueve consecutivas, con marcas como haber metido 58 goles en el Campeonato Estatal de 1958, un gol por cada año, probablemente en un homenaje inconsciente a la temporada de la conquista del primer Mundial del fútbol brasileño. No satisfecho, aquel mismo año, en 1961, Pelé marcó 111 goles.

Pelé en sus primeros años como jugador del Santos FC
Pelé en sus primeros años como jugador del Santos FC - Divulgação

Y cada uno más bonito que el otro, de pie derecho, izquierdo, cabeza, pecho, barriga, bicicleta, piscina, chilena, tiro libre, penalti, de cerca, de lejos, desde muy lejos, algo menos de medio campo porque, si lo hubiera hecho, alguien diría que era perfecto, y perfecto, como saben, solo ÉL, aunque hubo alguien que lo trató así, llamándolo ÉL, y hay que decir que no se trataba de una exageración.

Con razón el escritor Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) escribió una vez que "no es difícil marcar mil goles como Pelé; es difícil marcar un gol como Pelé".

Y más, incluso los goles que perdió fueron los goles perdidos más hermosos de todos los tiempos.

Pelé era tan excepcional que fue capaz de tener simples rasgos humanos. Como confesar que le temblaban las piernas antes de chutar el penalti que resultó en el milésimo gol, en 1969, en el Maracanã - y sólo podría haber sido un penalti, para que el mundo se parara a verlo.

Y que lloró de nerviosismo, escondido, antes de disputar su último partido en un mundial, en México, en 1970, ante Italia, cuando marcó el primer gol de la victoria por 4 a 1 - con el que consiguió el tricampeonato y la posesión definitiva de la Copa Jules Rimet.

De hecho, no hay ningún obituario que cubra todas las hazañas del Rey Pelé, sin duda el brasileño más famoso en estos 522 años de Historia de Brasil y uno de los nombres más conocidos en la historia de la humanidad, que compitió con Jesús y ganó a marcas como Coca-Cola y los Beatles.

Afortunadamente, nadie podrá decir que son leyendas que él detuvo guerras —hay quienes intentan cuestionarlo—, que entró en Estados Unidos sin pasaporte, que hizo que los papas interrumpieran sus audiencias para recibirlo o que expulsó a un árbitro del campo. Porque todo está debidamente documentado.

Y a estas alturas, es obligatorio informar a los que han llegado hasta aquí, que no, no es verdad que Pelé haya muerto.

El que murió fue Edson.

Traducido por Azahara Martín Ortega