Érase una vez una princesa que, cada vez que se miraba al espejo, no podía ver su propio reflejo. Este comienzo para un cuento sería algo triste. Imagínese, entonces, cuando descubrimos que esta historia ha sido la vida real de muchos niños hasta hace muy poco.
Muchas chicas negras olvidaron lo especiales que eran porque, antes, no había muñecas negras en Brasil. Sin esta referencia, no se reconocían a sí mismas, como en un espejo defectuoso. Poco a poco, el mercado de los juguetes empieza a reconocer la importancia de un catálogo más diverso, y la vida de las princesas modernas puede, en definitiva, ser más feliz.
Jaciana Melquiades, de 36 años, tuvo dos muñecos en su infancia, en Belford Roxo, en Baixada Fluminense. El primero fue un bebé rubio, un regalo de su abuela. La segunda, una Barbie.
Como quería que su hijo tuviera una experiencia diferente a la suya, la empresaria sacó del papel en 2013 una idea que maduraba desde hacía años: una tienda de muñecas y muñecos con perfil racial.
“Pensé en qué referencias tendría cuando naciera”, dice la madre de Matías, que ahora tiene nueve años. "Me costó mucho encontrar juguetes, productos y ropa que llevaran personajes negros".
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA