Desinterés, desánimo, abatimiento. Son muchos los sinónimos para desaliento que figuran en el diccionario. En el Brasil de hoy, sin embargo, la palabra ha ampliado su significado y equivale a la desesperanza de encontrar trabajo.
Ya sea por falta de dinero (cuesta buscar empleo) o por buscar y no encontrar, los brasileños desanimados ya suman 4,8 millones de personas (un 4,3% de la población en edad de trabajar, de acuerdo con el IBGE, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
El índice ha batido el récord: más del doble del registrado de 2012 a 2015, cuando la tasa de paro, hoy en el 12,3%, era de apenas un dígito.
El desalentado queda fuera de las estadísticas de desempleo por los criterios de análisis de las investigaciones oficiales. Por esta peculiaridad, alimentan en las planillas una contabilidad inversa a la realidad: cuanto mayor es el número de desanimados, menor es la tasa de paro.
Los que pierden la esperanza son transferidos a una masa de casi 65,5 millones de personas que están fuera de la fuerza de trabajo, el universo reservado a estudiantes y jubilados, por ejemplo.
Así, los parados que sueñan con trabajar están clasificados en dos grupos.
Según la profesora Belinda Mandelbaum, jefe del Departamento de Psicología Social y del Trabajo del Instituto de Psicología de la USP, los desalentados no sólo se excluyen de las estadísticas. Poco a poco también se transfieren a una especie de limbo social en la vida real. "Estas personas ven incluso cómo se limita su circulación, sin dinero para moverse por la ciudad, el desánimo genera hasta una inmovilidad social, las personas quedan restringidas a su ámbito familiar", afirma.
(Larissa Quintino y Pablo Muzzolon)
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA