En enero, Lucas, de 13 años, se suicidó después de meses de acoso escolar en el este de Francia. En abril, fue Thibault, de 10 años, en la región del Loire. En mayo, Lindsay, de 13, en el norte del país.
Estas y otras muertes en Francia estuvieron asociadas a la violencia física, verbal o psicológica perpetrada por compañeros en el ámbito escolar y en las redes sociales.
Más allá del revuelo y la alerta generados, los casos pusieron en tela de juicio las medidas adoptadas en el país para combatir el acoso escolar y lograron que la primera ministra Élisabeth Borne definiera el tema como una "prioridad absoluta".
A principios de junio, cuatro adolescentes acusados de insultos homofóbicos contra Lucas fueron declarados culpables de acoso escolar, pero no por el suicidio, y podrían enfrentan hasta 18 meses de prisión.
Lo que se celebró como una victoria, sin embargo, no animó a la psicóloga Emmanuelle Piquet, autora de más de una decena de libros sobre el tema. Ella cree que las estrategias punitivas están condenadas al fracaso.
"Lo que estamos haciendo evidentemente no funciona, y el castigo está haciendo que los niños y jóvenes creen otros tipos de acoso que no son captados por los radares de los adultos", dijo a Folha.
Traducido por José Alberto Gutiérrez