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Publicado en 11/04/2016

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Editorial: Compostura fiscal

31/12/2014 - 13h59

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DE SÃO PAULO

Después de sucesivas maniobras contables y remiendos legales de última hora, tal vez sólo hacia fines de enero se conozca la dimensión real del estrago ocasionado este año a las cuentas del Tesoro Nacional.

Incluso sin tener en cuenta las obligaciones respecto de la deuda pública, el gobierno acumuló un déficit de US$ 6900 millones entre enero y noviembre, un deterioro impactante en comparación con el superávit de US$ 35.000 millones de 2011.

Por la forma oscura en la que han sido manejadas las cuentas públicas, no se sabe con seguridad cuál será la estrategia que el equipo económico que se retira adoptará. En la mejor de las hipótesis, todos los gastos que fueron planeados serán concluidos, incluyendo los que vienen siendo postergados hace meses o años.

Lo peor será si, en el intento de presentar un saldo final positivo, el gobierno repite la práctica de transferir para el próximo año una cuota creciente de sus gastos, creando un nuevo obstáculo en el ajuste programado para el segundo mandato de la presidenta Dilma Rousseff (PT).

El futuro ministro de Hacienda, Joaquim Levy, tendrá que superar una considerable dosis de escepticismo sobre la viabilidad de los resultados prometidos.

El anuncio de las metas de superávit equivalentes al 1,2% del PIB en 2015 y 2% en 2016 y 2017, aunque fue bien recibido, no basta para restablecer la confianza de los empresarios e inversores.

Hay pocas certezas en cuanto a las posibilidades de elevar la recaudación tributaria y, todavía más, respecto de la libertad de acción del ministro en la administración petista.

El siguiente obstáculo es la estimación conservadora de los ingresos para el 2015, que se hará en el decreto de programación del presupuesto en el primer bimestre. El optimismo que se mantuvo durante los últimos años sólo ha servido como una excusa para una ampliación imprudente de los gastos.

Un buen presagio fue la adopción de un consenso en el mercado acerca de las expectativas de crecimiento, dejando de lado las previsiones poco realistas que se volvieron una marca registrada del ministro Guido Mantega.

En lo posible, el equilibrio de las cuentas debe prescindir de fuentes heterodoxas de recursos, como dividendos exagerados de las estatales o programas de financiación de deudas tributarias.

Será fundamental también restablecer la importancia de los informes bimestrales de ejecución del Presupuesto, cuyo papel de detectar riesgos para el cumplimiento de las metas fiscales fijadas se vio afectado por manejos poco transparentes en el cálculo de los gastos y los ingresos.

Los nuevos hábitos van a implicar, por lo menos en el comienzo, la difusión de malas noticias. Ese es el único camino, sin embargo, para restaurar la credibilidad.

Mientras que no se pueda comprobar la solidez fiscal, es necesario mostrar compostura.

Traducido por NATALIA FABENI

Lea el artículo original

Sérgio Lima/Folhapress
El ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega (D), saluda al ministro entrante, Joaquim Levy (I)
El ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega (D), saluda al ministro entrante, Joaquim Levy (I)

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