Fundada por los jesuitas en 1554, São Paulo ha ido creciendo y llenándose de iglesias. Sin embargo, en el último cuarto de siglo, los templos se han multiplicado a una velocidad sin precedentes: aproximadamente cien al año, aumentando de 3.346 en 1995 a 5.779, según datos del Ayuntamiento.
Por detrás del boom (un salto del 73%, considerando solo los espacios eclesiásticos registrados oficialmente), hay un movimiento de cambio en el perfil religioso de la ciudad y del país, en el que la ceremonia de los sacerdotes ha dado paso a la carismática línea de pastores.
Esta transición dejó marcas concretas en el paisaje paulista, donde se destacan edificios faraónicos como el Templo de Salomón, la Iglesia Universal del Reino de Dios, y proliferan a las afueras lugares de culto improvisados en garajes y salones de eventos.
La tendencia, acentuada en la década de 1990, sigue siendo constante. Este fenómeno es mayor que el crecimiento de la ciudad en áreas urbanizadas durante este período (60%), y varias veces mayor que la de los cines, teatros y bares (7% a 571) y clubes deportivos (8% a 561).
Frente a la expansión de los templos evangélicos, la Iglesia Católica sigue siendo la mayor propietaria individual de templos. Solo en la ciudad, posee 731 iglesias y más de 1.200 propiedades a su nombre.
No obstante, sumadas, las denominaciones protestantes son mayoría. Estas incluyen la Asamblea de Dios y sus asociados, que ya son propietarios de 499 templos, según el registro IPTU de la ciudad de São Paulo.
Esta iglesia llegó a Brasil con misioneros suecos que se establecieron en Pará, y según el jefe del departamento de ciencias religiosas de la PUC-SP, Fernando Altermeyer Junior, es la congregación más dinámica entre los pentecostales.
"Esto se explica por la lógica de las misiones. Como dice un amigo, en cualquier vecindario encontrarás un bar y una Asamblea de Dios".
Hay unidades de la Asamblea en más de 300 barrios de la capital, desde el edificio de 10.000 m² en Brás, que parece más una sala de conciertos, a pequeños locales en las esquinas de la periferias.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA