Mostrando las cicatrices que se dibujan en su brazo derecho, Antonio Pinheiro Salles, de 82 años, enumera otras mutilaciones que sufrió: perdió los dientes, sus mandíbulas son de platino y se ha quedado sordo.
Detenido en Porto Alegre en 1970, dejó Goiânia, donde reside actualmente, para regresar a la capital del estado por primera vez desde entonces. La vuelta coincidió con el día que lo encarcelaron: el 12 de diciembre.
Frente al edificio donde estaba instalado el Dops (órgano responsable de la represión y la tortura durante la dictadura militar), hoy sede de la policía civil de Rio Grande do Sul, Antonio dice que no siente odio. Pero no olvida las torturas sufridas allí, bajo el mando del diputado Pedro Seelig. "Metieron un estropajo de acero en mi ano".
Permaneció nueve años en la cárcel, los últimos en São Paulo, donde sufrió torturas bajo el mando de Carlos Alberto Brilhante Ustra, un militar repetidamente alabado por el presidente Jair Bolsonaro. "La impunidad de los torturadores hace que sea más fácil. Su héroe fue el que me torturó de la peor manera posible", cuenta.
El activismo de Pinheiro Salles comenzó en el movimiento estudiantil. Participó en protestas y acciones de estudiantes universitarios contra el régimen militar y trabajó en la Polop (Organización Política de Trabajadores Marxistas).
Después de la AI-5, se unió a la lucha armada, pasando por el POC (Partido Comunista de los Trabajadores) y, más tarde, por el MCR (Movimiento Comunista Revolucionario), cuyas acciones se concentraron en Rio Grande do Sul.
Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA