En el Festival de Cannes ya no se celebran las fiestas de antaño, tras el #MeToo y ley del silencio

La industria se ve forzada a cambiar tras la presión de grupos identitarios y recortes de presupuesto

Guillermo Genestreti
Cannes

El director estadounidense Jim Jarmusch, sentado con sus gafas oscuras bajo el sol de la Riviera Francesa, echa de menos lo que era el Festival de Cannes en los años 1980, cuando empezó a frecuentarlo. "Actualmente no hay más vulgaridad", dice.

Los participantes más antiguos hablan de helicópteros posando en yates y de modelos recreando en la piscina la famosa escena de la fuente de "La Dolce Vita".

La actriz Elle Fanning posa en la alfombra roja del Festival de Cannes. (Photo by LOIC VENANCE / AFP) - AFP

Actualmente, las antiguas "villas" alrededor de la ciudad no albergan más fiestas. Estas han sido sustituidas por cócteles más informales al caer la tarde. Y ya no se ven mujeres danzando  en improvisadas  tarimas – como consecuencia de movimientos como el #MeToo. Lo que para algunos es el derrocamiento de la vida bohemia, también es  la historia de una industria forzada a reinventarse en nombre de la presión de grupos identitarios y de presupuestos  más modestos.

Jarmusch recibió este año una fiesta comportada tras la exhibición de su "Los muertos no mueren". En la azotea de un hotel, los invitados sólo disfrutaban de  bebidas y aperitivos orgánicos. Nada de bebidas en las piscinas o música estridente en la playa.

Leonardo DiCaprio eligió como cuartel el Gottha, un club nocturno que cobra 25 euros de entrada y otros 20 por la bebida más simple. En el mucho más exclusivo Albane, la francesa Marion Cotillard fue flagrada bailando desenfrenadamente al ritmo de "Freed from Desire".

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA

Lea el artículo original