El municipio brasileño de Trancoso se convierte en reducto hippie chic en Año Nuevo

El pueblo localizado en el sur de Bahía es uno de los lugares más populares en el verano brasileño

Delante de casas laterales de colores brillantes, ventanas y puertas abiertas, una procesión se dirige hacia el mirador detrás de la iglesia de São João Batista. Ese es un punto estratégico para ver el mar y despedir otro día de verano.

Águas claras de piscina natural em Trancoso, com vegetação ao fundo.
Playa de Trancoso, en el litoral sur de Bahia - Roberto de Oliveira/Folhapress

Podemos ver el río Trancoso, que da nombre al famoso pueblo bahiano. Sus aguas, al encontrarse con el mar, separan Praia do Nativo de Praia dos Coqueiros. Con la marea baja, es posible cruzar la desembocadura del río a pie. Bahía es una tierra llena de increíbles playas, capaces de seducir a los más variados amantes del mar. Hay, sin embargo, un lugar de arena suave, acantilados coloridos, piscinas naturales y una generosa oferta, tanto gastronómica como hotelera, que convierte a Trancoso en uno de los principales destinos turísticos del país. Esta temporada de verano, se esperan 80 mil personas en Trancoso, según cálculos de la Secretaría de Turismo de Porto Seguro, municipio del que forma parte la villa.

Ocupado casi todo el año, Trancoso es uno de los lugares más populares en vísperas de Año Nuevo. Este año se estima, de acuerdo con la Secretaría, una mayor demanda tanto de fiestas privadas como de abiertas al público. Allí el alojamiento no es un problema y las opciones se han ido diversificando. Trancoso también vive un período de expansión inmobiliaria, con la construcción de condominios y casas de alto nivel.

Trancoso siempre ha sido un lugar de escape. Empezando por los jesuitas, quienes a principios del siglo XVI fundaron el pueblo para proteger a los indios de los magnates coloniales. En la década de 1970, llegaron hippies y otros grupos que se sentían un poco al margen de la sociedad, con el objetivo de encontrar allí un mundo, dibujado entre el mar y la selva atlántica, lejos del ajetreo y el bullicio de la vida urbana. Y buscando inspiración en el clima ligero y vigorizante del litoral bahiano, llegaron los artistas.

Con kilómetros hasta donde alcanza la vista, la playa era (y es) perfecta: corta libremente el mar, que avanza en una variada paleta de tonos azules y verdes, oscilando según la incidencia del sol, provocando el delirio de los visitantes.

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA

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