El traje del emperador

Bolsonaro no consigue entender la impersonalidad propia de la administración republicana

Jair Bolsonaro no comprende y nunca comprenderá los límites que la República impone al ejercicio de la Presidencia. Es una personalidad que combina frivolidad y autoritarismo. 

Las reglas del Estado de Derecho Democrático tendrán que ser aplicadas de fuera hacia dentro, como los límites impuestos a un niño. Debido a que no se contiene a sí mismo, tendrá que ser contenido por las instituciones de la República, por el sistema de control y equilibrio que, hasta ahora, ha funcionado en la joven democracia brasileña. 

O presidente da República, Jair Bolsonaro, durante solenidade no Palácio do Planalto
O presidente da República, Jair Bolsonaro, durante solenidade no Palácio do Planalto - Pedro Ladeira/Folhapress

El Planalto no es una extensión de la casa del barrio de la Barra da Tijuca que el presidente tiene en Río de Janeiro. Ni siquiera sus vecinos en la plaza de los Tres Poderes son los  mismos de aquella urbanización.

La pluma no lo puede todo. No impide que sus hijos sean investigados por descarada confusión entre la esfera pública y privada. No convierte a hijo en mensajero de la dictadura, en embajador en Estados Unidos. 

La pluma no tiene el don de transmitir a los ciudadanos los caprichos de su voluntad y sus deseos primitivos. El imperio de los sentidos no preside la vida republicana. 

Cuando la Constitución establece que la legalidad, la impersonalidad y la moral gobiernan la Administración Pública, no se trata de palabras lanzadas al viento en una transmisión en directo a través de una red social.  

La Carta Magna es equivalente a una orden del general a su tropa. Los que no cumplan deben ser castigados. No hacerlo es, por ejemplo, sustituir al inspector que le puso una multa. Tomar represalias contra la prensa crítica a través de medidas provisionales. 

O asignar en un oficio de la Presidencia la discriminación a un medio de comunicación, como hizo con la licitación que excluyó a Folha de las compras de servicios del Gobierno Federal, tal y como fue publicado el jueves pasado (28). 

Del mismo modo, incitar un boicot contra los anunciantes de este periódico, como sugirió Bolsonaro el viernes, demuestra un gran abuso del poder político. 

La cuestión no es material sino de principio. El gobierno planea cancelar docenas de suscripciones de una publicación que cuenta con 327.959, según los últimos datos auditados. 

Se anuncian alrededor de 5.000 empresas en Folha, y el periódico terminará 2019 con casi todos los sectores de la economía representados en sus plataformas. 

A punto de cumplir 100 años, este periódico debe lidiar una vez más con un presidente vestido de emperador. Enfrenta este desafío con una mezcla de tristeza y optimismo. 

Tristeza por el manejo bruto de los valores de la República que el ocupante circunstancial de la Presidencia patrocina. Optimismo por la convicción de que el futuro de Brasil es mayor que la figura que lo gobierna actualmente.

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Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA

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