Un puñado de idiotas

Los líderes de la banda golpista en Brasilia deben ser identificados y debe caer sobre ellos todo el peso de la Ley

El puñado de imbéciles criminales que destrozaron los edificios de los tres Poderes en Brasilia no cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de la sociedad brasileña, que avala los valores democráticos y respeta los resultados de las urnas.

Su causa, un golpe de Estado estrecho de miras, no tiene respaldo político entre las fuerzas legítimamente electas representadas en el Parlamento. Rugen en nombre de ellos mismos y, como mucho, de un expresidente que huyó silenciosamente al extranjero.

Los villanos tal vez creen que atacar monumentos de hormigón, un domingo, significa una conquista siniestra. En realidad, solo manifiestan cobardía, estupidez y espíritu de manada. Las instituciones del Estado de Derecho, fortalecidas desde hace cuatro décadas, están a salvo de la idiotez de unos cuantos vándalos.

La capital federal ya ha sido escenario de violentas protestas, desde los motines de 1986 hasta las jornadas de 2013. Nunca antes, sin embargo, los manifestantes llegaron al interior de palacios con tanta ferocidad, y por tan vil motivo.

Desafían la democracia, perturban la paz y desacreditan los bienes públicos por el simple hecho de que sus defectos son rechazados por la mayoría de sus conciudadanos.

La marcha de los idiotas será en un futuro próximo sólo un párrafo vergonzoso de la historia del país. Sin embargo, no se puede minimizar ahora. Lo que hicieron los alborotadores de Brasilia, por patéticos que parezcan, fue gravísimo.

Los líderes de la manada deben ser identificados, investigados y sancionados con todo el peso de la Ley. Eventuales patrocinadores y simpatizantes instalados en cargos públicos, ídem, con agravantes.

La negligencia de las fuerzas de seguridad, en particular del gobierno del Distrito Federal, es inexcusable y amerita una investigación rigurosa. El gobernador Ibaneis Rocha (MDB), un bolsonarista disfrazado, exoneró al secretario responsable, Anderson Torres, exministro y sabueso de Jair Bolsonaro (PL). Es poco.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT) decretó la intervención federal en la seguridad de Brasilia, lo que en este momento no puede ser considerado un disparate.

Los grupos permanecen acampados frente a los cuarteles; hay que suponer que algunos de los enérgicos sujetos tienen acceso a armas y no tienen escrúpulos.

El trabajo de desmovilización de las bandas debe realizarse con inteligencia y sin titubeos. El Gobierno, que tiene los medios para hacerlo, debe abstenerse de hacer proselitismo político en la tarea.

Es necesario demostrarle a la población que la normalidad democrática es y será preservada, pese a los gruñidos de las minorías enojadas que imitan a los derrotados del Capitolio estadounidense. El país tiene problemas más importantes que enfrentar.

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA

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