Ciudadanos, a las urnas

Atacado como nunca en democracia, el sistema electoral expresará la soberanía popular

Por primera vez en la Nueva República, un candidato a la reelección presidencial sale en desventaja en la primera vuelta. Con el 36% de los votos válidos, de acuerdo con Datafolha, Jair Bolsonaro (PL) corre el riesgo de ser derrotado este domingo (2), si Luiz Inácio Lula da Silva (PT), con el 50%, recibe la mayoría de los votos.

Sin embargo, esta imagen no es sorprendente, considerando el pasado reciente. A pesar de la evidente mejoría observada en la economía, el 44% considera que la administración federal es mala o pésima.

Malo y terrible califican apropiadamente la actuación del presidente, ya sea en cuanto a gestión o a la relación con las instituciones democráticas.

En este punto, hay otra novedad histórica, nada inspiradora: bajo la Carta Magna de 1988, ningún jefe de Estado se había atrevido jamás a patrocinar ataques contra los Poderes independientes y el sistema electoral. Bolsonaro ha pasado los últimos tres años y nueve meses dedicándose a esta ofensiva.

Elegida como blanco de la artillería populista, la urna electrónica mantiene intacta su fiabilidad. El festival de la ignorancia proferida en torno a esta no logró revelar una exigua prueba de fraude. Y la maniobra en el Parlamento para volver al voto impreso fracasó.

Lo que sufrió la urna también lo sufrió el aparato institucional diseñado para resistir al autoritarismo. Pese a ser desafiado de una manera sin precedentes, demostró su inexpugnabilidad y devolvió al instigador al lugar que le correspondía.

El Supremo Tribunal Federal no se curvó ante la andanada que estalló desde el Palacio del Planalto. Impuso las reglas del juego, castigó a los golpistas y preservó el equilibrio constitucional aun cuando el presidente de la Cámara y el Fiscal General de la República hicieron caso omiso a su función fiscalizadora.

El Tribunal Electoral actuó de la misma manera. El intento de sabotaje llevado a cabo por los militares, invitados de buena fe a opinar sobre la solidez del sistema de votación y escrutinio, fue enérgicamente impedido, dejando patente la desviación de propósito y la improbidad administrativa de cualquier injerencia de las Fuerzas Armadas en el proceso electoral.

La prueba exuberante de la resistencia y arraigo de la democracia brasileña es el mantenimiento inquebrantable del ritual cívico que se repite este domingo (2). Más de 156 millones de ciudadanos pueden elegir libremente sus candidatos al Poder Legislativo y Ejecutivo a nivel de estado y federal.

Como sale el sol cada mañana por el oriente, las opciones de soberanía popular serán eficientemente determinadas y respetadas, y los electos tomarán posesión y ejercerán sus mandatos dentro de los límites de la Ley. Viva la democracia brasileña.

Traducido por AZAHARA MARTÍN ORTEGA

Lea el artículo original